Si, ya sé. Normalmente escribo sobre lo contrario, “No te rindas”, motivación, éxito, etc. Pero la vida no es tan linda como parece. No todo lo que brilla es oro. A veces, fracasamos, nos rendimos, y???
Como decía Leopoldo Abadía, en este mundo no hay ganadores. Hay gente que trabaja, que se esfuerza, a la que como a todos, unas cosas les salen bien y otras no tan bien. Lo que si hay y mucho, somos los que nos enfocamos más en hacer creer a los demás que somos felices, que en tratar de serlo. Sino, pregúntenle al Facebook, la herramienta perfecta para aparentar y venderle a nuestros amigos que somos unos “winners”. Vendemos felicidad a granel para demostrar lo bien que la vida nos trata, fotos de nuestros viajes, nuestras juergas, tenemos la necesidad de decir donde estamos por más que a nadie le interese con frases como “Rafael@salón VIP aeorpuerto”, y ese tipo de comportamientos de niño que todos tenemos. Estupideces. Que tire la primera piedra quien no sea (en mayor o menor grado) así.
A veces el “winner” no cuenta completa la historia, y olvida decir por ejemplo que antes de que le salga ese super negocio, fracasó en muchos otros, y que sigue perdiendo dinero, esa foto en la que sale feliz y borracho en el Facebook no es más que algo posado porque la procesión va por dentro y la vida es otra.
No hay “mal” que dure 100 años, ni tampoco “bien” que los dure. A veces solo estamos mirando lo mal que nos ha ido (enfocados más en lo que no tenemos que en lo que tenemos), o a veces nos confiamos y nos creemos perfectos. Pues ni lo uno ni lo otro.
Así es la vida, no se entiende la luz sin la oscuridad, la alegría sin la tristeza, la palabra sin el silencio, la paz sin el conflicto, la compañía sin la soledad. Son las cartas de una baraja con la que hemos de aprender a ganar el partido de la vida, decía Santiago Alvarez de Mon, profesor del IESE.
Los malos tiempos muchas veces se traducen en fracasos profesionales, negocios que no rinden lo que pensamos, pleitos con jefes, pares o subordinados, etc. Como recordaba Leopoldo, aunque angustien, no son esenciales, porque no afectan a tu familia, si está bien formada. Le afectan y mucho si te has dedicado a enseñar, con tu forma de vida, a tu marido o a tu mujer y a tus hijos que lo fundamental es tener mucho dinero y que los “winners” son los que ganan S/. 500,000 al año o más. El día en que entre tu mujer y tu , con mucho esfuerzo lleven S/. 75,000 al año los hijos pensarán: mi padre es un “looser” que no gana más que esa “miseria”. Si la familia está bien formada, esos apuros sirven para que todos apoyen.
Se trata también de diferenciar cuando perdemos y cuando fracasamos. Los niños yerran no fracasan, por eso aprenden. Los adultos mantenemos una muy mala relación con el error y por eso estamos como estamos. Una de las interpretaciones más útiles del fracaso, dada por Dan Gilbert, profesor de Harvard en su charla en http://www.ted.com, es la idea de que ni siquiera existe. Llamémosle retroalimentación, o aprendizaje, pero nunca fracaso. ¿La estamos pasando mal?
Una buena receta de Alejandro Dumas: “La esperanza es el mejor médico que conozco. Hace que agite el náufrago sus brazos en medio de las aguas, aun cuando no vea tierra por ningún lado… El hombre se descubre cuando se mide con el obstáculo.”
¿Cuántos profesionales exitosos son consecuencia feliz de errores correctamente leídos e interpretados? ¿Cuántos hay también que necios y orgullosos, no interpretaron bien los errores y la mente los traicionó? Betsabé Tierno, psicólogo mundialmente conocido, decía que los límites están construidos por nuestros miedos, dudas y pensamientos derrotistas. “Un pasado que se niega a retirarse y un futuro que se empeña en asustarme”, cocktail perfecto para explotar. Los pensamientos siempre tienen consecuencias y si continuamente pensamos en problemas y tristezas, nuestra actitud será una consecuencia de ello. Por eso, que importante aprender a pensar lo que pensamos.
Quien deja todo lo que lleva dentro en la cancha, quien pierde el partido con el depósito de gasolina vacío, puede perder, pero no fracasar. Si actuamos de forma tal que siempre vamos “all in”, siempre ganaremos, porque ése es el único partido que depende de nosotros, el único que nos vale para la eternidad. Los resultados lamentablemente dependen en buena parte del esfuerzo, pero también de muchas variables externas y que no podemos manejar.
En fin, para poder juzgar hay que haber jugado el partido. Que fácil imaginar el dolor ajeno, los problemas cuando ni nos ha tocado vivirlos. No se si por suerte o por desgracia, pero yo sí he perdido y me he rendido miles de veces. Pero bueno, no se acabó el mundo. Si en la caída, el desánimo prende y arraiga, allí sí fracasaremos. Si aprendemos del mismo y enmendamos el camino, la cosa cambia.
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