Hoy me enteré que murió un amigo de 49 años haciendo deporte. Hace dos semanas le detectaron un tumor maligno a una tía. Estos dos hechos tan seguidos me han hecho recapacitar sobre la única cosa que tengo segura en esta vida, que es la muerte, haga lo que haga, pasará a recogerme.
Uno lee siempre en los diarios que hay países en los que la gente muere como si nada, pero es cuando te toca vivirla en carne propia, ya sea la tuya o la de un ser querido, cuando le tomas mayor importancia, cuando realmente te impacta. ¿Alguna vez nos hemos puesto a pensar en eso? ¿Estaremos preparados para darle la bienvenida?
Al respecto, decía el Papa en su discurso de comienzos de mes por el día de todos los muertos que la muerte prematura de una persona que nos es querida supone una invitación a no detenerse viviendo de modo mediocre, sino a tender lo antes posible hacia la plenitud de la vida, es decir a dedicarse a vivir como si fuera el último día de nuestra vida, y esto no significa vvir pesimistas ni deprimidos, sino todo lo contrario, entusiastas, terminando el trabajo muy bien hecho, buscando apoyar a los que te necesitan, teniendo rectitud de conciencia en el obrar, porque de esa manera, no habrá nada que temer si llega el momento.
Continuando con lo que dijo El Papa, recordó que “si Dios llama a sí a un justo antes del tiempo, es porque sobre él tiene un diseño de predilección que nosotros no conocemos. Existe un contraste entre lo que aparece a la mirada superficial de los hombres y lo que en cambio ven los ojos de Dios. El mundo considera afortunado a quien vive muchos años, pero Dios, más que a la edad, mira la rectitud del corazón. Todo acaba, todos en este mundo estamos de paso. Sin embargo, quien acoge a Dios puede vivir ya durante su existencia terrena un anticipo de la eterna ya que es la felicidad a que aspira en profundidad el corazón de todo hombre”.
Conversaba hace un tiempo con un amigo sobre el tema que me decía, si pues, puede que tengas razón, pero todavía soy joven, cuando tenga 60 años ya me dedicaré a cambiar mi estilo de vida. Le comenté, el día que la torre de Pisa se caiga, para que lado crees que se va a caer? Obviamente para el lado que ha estado inclinada durante toda su vida. Pues lo mismo con nosotros, el día que nos toque, nos agarrará del lado que hemos escogido vivir.
Mi papá, extraordinario médico, escribió un folleto sobre la muerte que se llama “Una puerta que se abre al amor.” En resumen, lo que él explica es que la vida no se pierde, solo se cambia, y es un cambio para bien, porque Dios siempre “cosecha” en el mejor momento.
Les copio algunas frases del folleto que seleccioné y que me parecieron muy ciertas:
La muerte es bifronte, tiene dos caras: una da hacia nosotros, los que nos movemos en el tiempo; es más bien fea, triste, deforme, repugna al poco de producirse. Pero tiene otro rostro, el que da a la eternidad. Éste es como el rostro de un niño recién nacido, porque el día de la muerte es, «el día del verdadero nacimiento», porque inicia la vida que ya no muere. Es un cambio ventajoso.
A los “otros”, la muerte les para y sobrecoge. -A nosotros, la muerte -la Vida- nos anima y nos impulsa. Para ellos es el fin: para nosotros, el principio. (Camino, 738)
Cómo amaba la Voluntad de Dios aquella enferma a la que atendí!: veía en la enfermedad, larga, penosa y múltiple (no tenía nada sano), la bendición y las predilecciones de Jesús: y, aunque afirmaba en su humildad que merecía castigo, el terrible dolor que en todo su organismo sentía no era un castigo, era una bendición, porque le ahorra un buen tiempo de purgatorio.
Cara a la muerte, ¡sereno! Así te quiero. No con el estoicismo frío del pagano; sino con el fervor del hijo de Dios, que sabe que la vida se muda, no se quita. ¿Morir?… ¡Vivir!
La muerte llegará inexorable. Por lo tanto, ¡qué hueca vanidad centrar la existencia en esta vida! Mira cómo padecen tantas y tantos. A unos, porque se acaba, les duele dejarla; a otros, porque dura, les aburre… No cabe, en ningún caso, el errado sentido de justificar nuestro paso por la tierra como un fin.
¡No me hagas de la muerte una tragedia!, porque no lo es. Sólo a los hijos desamorados no les entusiasma el encuentro con sus padres.
No tengas miedo a la muerte. Vendrá en el tiempo, en el lugar y del modo que más convenga. “En esta vida todo tiene arreglo menos la muerte, y la muerte, lo arregla todo.”
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