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Bienvenida la adversidad II


Continuando con este tercer artículo sobre la adversidad, me gustaría transcribir un par de casos ejemplares de gente que le tocó vivirla pero que gracias a su fortaleza interna, supieron como triunfar, como darle valor a ese sufrimiento.

El primero es el de Lance Armstrong, cuatro veces consecutivas campeón del Tour de Francia, la prueba ciclística mas importante del mundo. Diagnóstico: Cáncer testicular con metástasis en los pulmones y en el cerebro. Edad 25 años.

Nos dice en su libro autobiográfico Its not about the bike: My journey back to life: “La verdad es que el cáncer ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida.” Cualquiera de nosotros pensará que le falta un tornillo o es un masoquista, pero si seguimos analizando su respuesta no es nada de eso: “No sé como contraje la enfermedad, pero la verdad es que operó un profundo cambio en mi forma de ser, ha hecho maravillas con mi personalidad. Por qué cambiar el acontecimiento, incluso por un día, mas importante y determinante de mi vida?. Cuando estaba enfermo observé mas belleza, triunfo y verdad en un día que en cualquier carrera larga de mi trayectoria profesional”

Alvarez de Mon, autor del libro Desde la Adversidad, de donde saqué estos comentarios de Armstrong, nos dice: “Cuando el cáncer se apropia de su organismo privilegiado, la perplejidad y el desconcierto reclaman su turno.” Armstrong continua diciendo en su libro: “Por qué yo? Cuáles son mis posibilidades reales de sobrevivir? Estas cuestiones me absorbían por completo. Me vi envuelto en una conversación interior con el cáncer. Intenté ser firme en mis discusiones con él. Has escogido al muchacho equivocado le dije. Cuando buscaste alrededor de un cuerpo donde vivir, cometiste un grave error al elegirme.” Y así continuaba desafiando al destino, temido adversario. Luego, se da cuenta de que no sirven de mucho sus comentarios porque el partido va en serio, esto no es juego de niños. “Durante la mayor parte de mi vida había operado bajo un esquema simplista de ganar o perder, pero el cáncer me estaba enseñando a ser tolerante ante la ambigüedad. Ahora corría una carrera bien distinta, donde estaba la línea de partida? Que puertos se pasarían? La meta, donde estaba enclavada? Cual era el premio por ganar?” Se da cuenta que es una competencia distinta. Que aquí no gana el que llega primero sino el que aprovecha de la mejor manera el kilometraje recorrido.

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Veamos otro caso, Randy Snow, el único deportista en la historia de los juegos paraolímpicos que ha ganado medallas en tres disciplinas diferentes: Atletismo, tenis y baloncesto. Presidente de No QXS (no excuse). En su libro Pushing forward, a memory of motivation, traza rápido algunos renglones de su vida y nos cuenta: “Mi accidente me dio una nueva perspectiva en la vida. Como si estuviéramos mirando la vida con un solo ojo, curiosamente me dio una claridad que antes permanecía escondida u oculta. Se que suena de locos pero me alegro de lo que pasó. Gracias a mi situación he adquirido una nueva dimensión de la vida, de las personas. Hay tantos sucesos, acontecimientos que son efímeros y superficiales, nos rodeamos en nuestra zona de confort de cosas y necesidades que nos atan y esclavizan. Gracias al accidente he conseguido desprenderme de muchas ataduras estúpidas. Muévanse, solo los que caminan tropiezan. Los que están dormidos, ni se caen ni viven”.

He aquí dos ejemplos de personas que no solo no miran mal a la adversidad sino que le agradecen que los haya visitado, porque los cambió para bien, y quizá un acontecimiento tan duro como ese, fue lo único que los hubiese hecho cambiar. De que les hubiese servido vivir su vida de antes, si el camino por el que caminaban era oscuro, torcido y peligroso? Cuantas veces nos ha pasado a nosotros algo igual? Nos ha pasado algo aparentemente malo, triste, y nuestra reacción, lejos de la de nuestros invitados de arriba, ha sido quejarnos con el típico “Y por qué a mi?”, sin percatarnos que de cada cosa que nos pasa podemos sacarle el jugo y convertir el limón en limonada.

Santiago Alvarez de Mon decía que “Solo a través de experiencias de sufrimiento y prueba el alma del ser humano se fortalece, la visión se aclara, la ambición se inspira y eleva, y el verdadero éxito se alcanza. Casi todos los hombres y mujeres que han sido históricamente honrados por sus servicios a la humanidad, fueron moldeados con los usos y maneras de la adversidad. Triunfaron porque rehusaron abandonar ante las dificultades y oposiciones encontradas.”

Un aliado muy efectivo para ayudarnos a cambiar de ánimo cuando llegan momentos difíciles es la fe. Leía en el blog de Aníbal Cuevas, que hace unos días se dio a conocer en el Archives of Internal Medicine los resultados de una encuesta realizada por la Universidad de Chicago a más de 1.100 médicos. La mayoría de los encuestados aseguraban que la religión y la espiritualidad pueden tener un efecto positivo en la salud de los pacientes. Así, el 76 % afirmaba que las creencias religiosas ayudaban a los pacientes a sobrellevar la enfermedad.

Otro estudio de la Universidad de Missisipi realizado el año pasado concluía que la asistencia a Misa y la oración pueden proteger a las personas expuestas al stress y demorar los efectos de la hipertensión.Como dice Aníbal, independientemente del valor científico de tales resultados, no cabe duda que las creencias religiosas juegan un papel muy importante en la vida de las personas. En contra de la imagen que desde determinados medios se quiere dar, la religión suele proporcionar una visión más positiva de la vida, ideas y criterios más claros a la hora de actuar y motivos para luchar.

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