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Cuando tenemos un “porqué” vivir, soportamos cualquier “cómo”

A estas alturas del partido ¿Alguien puede decir que no ha sufrido el golpe de la adversidad a través de algún episodio de pánico o ansiedad? La adversidad, es una “exigente maestra” que suele presentarse estos días disfrazada de la muerte de un ser querido, un despido o una fuerte complicación económica. Muchos la evitamos como sea, pero ¿cómo seríamos si no hubiésemos tropezado con ella? Seguramente orgullosos, superficiales, y quizá no tan felices. Las aguas mansas nunca hacen buenos navegantes. Quien no ha pasado un gran sufrimiento no ha conocido una gran felicidad, ya que es justamente en los cambios de un estado a otro cuando la valoras. Una persona que siempre ha tenido todo en su vida probablemente encontrará que la mayoría de las cosas le aburren; por el contrario, una persona que ha pasado por muchos problemas y, después de un tiempo, ha logrado encausar su vida, disfrutará de muchas de las cosas que nunca tuvo antes. Lo mismo nos pasará a muchos luego de esta pandemia.

Un ejemplo de oro me lo dio hace poco un video de Alvaro Marin, un joven español que a los 12 años le fue detectado un sarcoma de Ewing y aprendió a vivir con todas las molestias que suponía esa penosa enfermedad. Murió a los 25 años. En su entrevista, nos decía que momentos de bajón se tienen siempre, pero nunca hay que tirar la toalla, nunca. En esta vida hay que mirar no lo que no tenemos sino lo que tenemos. Y él supo renunciar a tantas cosas, manteniendo el buen humor hasta el final. Un hombre que no veía dificultades, y -cuando aparecían- se las saltaba. Su último mensaje por celular a su familia, una noche antes de su muerte, fue “No he dormido en toda la noche pero soy feliz”.

Muchos problemas no ocurren porque se presenten mal las soluciones, sino porque las preguntas están mal planteadas. Cuando llega la adversidad, la pregunta correcta no es “¿por qué?” sino “¿para qué?”. Podemos encontrarle un sentido al sufrimiento, un sentido a la vida, y una vez encontrado, aprender a gestionarlo.

Para curar a una persona lo único que necesitas es ayudarla a que encuentre un sentido a su vida. “Cuando un hombre tiene un por qué vivir, soporta cualquier cómo” (V. Frankl, “El hombre en busca de sentido”).

Buscar ser y estar felices es un equipaje necesario para viajar por este mundo, pero esa felicidad a veces viene de la mano de la adversidad. Francesc Mirailles, en “Conversaciones sobre la felicidad”, decía que las personas que siempre quieren ser felices son las más desgraciadas que conoce. Y es que uno es feliz cuando se conforma con lo que tiene (esto, por cierto, no es sinónimo de mediocridad) y cuando tiene la conciencia tranquila de saber que está haciendo lo que debe. Por ello, escúchala, obedécela y haz de ello un estilo de vida. Receta infalible para ser feliz.

En este contexto habrán días en los que la pasaremos muy mal. Habrá que entender la felicidad como algo que va y viene constantemente, y así tendremos más posibilidades de ser felices. Nuestra felicidad depende de nuestra forma de vivir, de nuestra actitud. El problema, no es el problema, sino nuestra actitud frente al mismo. El día que pierdas la actitud, lo has perdido todo.

Decía Santiago Alvarez de Mon, del IESE, “Aceptar que hoy me siento triste, que me faltan las fuerzas, que me reconozco limitado y vulnerable, y que pese a todo aspiro a seguir aprendiendo con humildad, paciencia y sentido del humor, puede ser la mejor fórmula para que la felicidad me visite con cierta frecuencia”. Aunque el miedo tenga más argumentos, elige siempre la esperanza. La clave no es buscar estar siempre feliz en este contexto, sino incrementar los niveles de felicidad a los que nos hemos acostumbrado con esta cuarentena. Y es que una vida feliz no consiste en la ausencia sino en el dominio de las dificultades.

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