“Solo aciertan a alcanzar el éxito quienes han llegado a comprender que toda adversidad lleva en su entraña la semilla de un beneficio.” Anónimo
¿Quién puede decir de esta agua no beberé? En algún momento de nuestras vidas, a todos nos toca recibir “la visita imprevista de una vieja y exigente maestra: La adversidad”, de la que podemos lamentarnos o de otro lado, aprender muchísimo. Pues bien, si igual va a venir, no nos queda otra que mirarla con buenos ojos y darle la bienvenida. Sólo de esa forma podremos aprovechar su visita para mejorar.
A continuación veremos casos de personas que le agradecen que los haya visitado, porque los cambió para bien, y quizá un acontecimiento tan duro como ese, fue lo único que los hubiese hecho cambiar. El primero es el de Andrea Bocelli, a los 12 años, a causa de una rara enfermedad y un pelotazo en la cara accidental, se quedó ciego. El mismo Bocelli comenta en su libro autobiográfico: The music of silence, ”Curiosamente la naturaleza, mientras me quitaba algo valiosísimo, la vista, me daba otro regalo, la música. Con una mano soltaba algo tan querido como la visión, pero con otra agarraba fuerte una muleta y una compañera inestimable, la música, otra forma de “ver”. Muchos de los logros de Bocelli se han dado gracias al coraje y persistencia de un hombre que aprendió a mirar de otra manera, porque “lo esencial es invisible a los ojos” tal como dice el Principito.
Lance Armstrong, cuatro veces campeón del Tour de Francia, la prueba ciclística más importante del mundo. Diagnóstico: Cáncer testicular con metástasis en los pulmones y en el cerebro. Edad 25 años. Nos dice en su libro autobiográfico Its not about the bike: My journey back to life: “La verdad es que el cáncer ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida, operó un profundo cambio en mi forma de ser, ha hecho maravillas con mi personalidad. ¿Por qué yo? Durante la mayor parte de mi vida había operado bajo un esquema simplista de ganar o perder, pero el cáncer me estaba enseñando a ser tolerante ante la ambigüedad. Ahora corría una carrera bien distinta. ¿Dónde estaba la línea de partida? ¿Cuál era el premio por ganar?” Se da cuenta que es una competencia distinta, que aquí no gana el que llega primero sino el que aprovecha de la mejor manera el kilometraje recorrido.
Veamos otro caso, Randy Snow, quien sufrió un accidente que le inmovilizó las piernas, el único deportista en la historia de los juegos paraolímpicos que ha ganado medallas en tres disciplinas diferentes: Atletismo, tenis y baloncesto. En su libro Pushing forward, a memory of motivation, nos cuenta: “Mi accidente me dio una nueva perspectiva en la vida. Como si estuviéramos mirando la vida con un solo ojo, curiosamente me dio una claridad que antes permanecía escondida u oculta. Sé que suena de locos pero me alegro de lo que pasó. Gracias a mi situación he adquirido una nueva dimensión de la vida. Nos rodeamos en nuestra zona de confort de cosas y necesidades que nos atan y esclavizan. Gracias al accidente he conseguido desprenderme de muchas ataduras estúpidas.
Mar Cogollos, joven psicóloga mundialmente famosa que por un accidente quedó hemipléjica, nos dice en plena depresión en su libro Elogio de la debilidad: “Descubrí que podía hacer mucho por los demás. Ayudarme y volcarme con ellos hizo que pasase de puntillas por la fase de la depresión. A todos les sorprendió, a mi también, lo pronto que aterricé y acepté mi nueva condición. Pensé que si aquel día no me quedé allí es porque aún tenía cosas importantes que hacer en esta vida. Recuerdo que pensar y ayudar a los demás me ayudó muchísimo en mi recuperación. Mis compañeras tenían que levantarse e ir al gimnasio por la mañana. Les urgía a que se arreglaran, que se peinaran, que siguieran siendo mujeres, la vida continúa. Cuando abandoné el hospital una persona me dijo, que no te miren con pena sino con admiración, y eso va a depender exclusivamente de ti. Y es que cuando te enfrentas a una adversidad, muchas veces te saca de dentro lo que tenemos, esa necesidad de darnos mas generosamente a los demás”. Esto me trae a colación una frase que leí hace algún tiempo: “¿Quieres un secreto para ser feliz?: date y sirve a los demás, sin esperar que te lo agradezcan.” No nos damos cuenta que el principal beneficiado en un acto de dar a los demás, no es el que recibe, sino el que da, porque es el que se queda con la alegría interna de haber hecho lo correcto.
Al respecto, Santiago Alvarez de Mon, uno de los más brillantes pensadores de España, profesor del IESE, nos dice que “No hay persona que en sus cabales sea capaz de aguantar una continua observación de si misma. El que se presta mucha atención, es más propenso a cazar este virus moderno de la depresión. Por el contrario, las personas que tienden a vivir hacia fuera, son fuertes y resistentes al contagio depresivo. No es que estén inmunes, pero las personas serviciales y generosas llevan mejor los embates de esta epidemia que solo a los psiquiatras tiene felices.”
Nuestro último invitado es Christopher Reeve, nada menos que el actor que encarnó paradójicamente a Superman. A los 42 años, mientras montaba a caballo tuvo una caída que le produjo rotura de vértebras y parálisis de la cabeza para abajo incluyendo la falta de respiración (tuvo que vivir permanentemente conectado a un respirador artificial). Luego de ello necesitó 6 horas diarias para las actividades más elementales (vestirse, bañarse, ir al baño). A pesar de ello ganó en los últimos años varios Emmy y un Grammy estando así. Reeve escribe en su libro autobiográfico: “Tengo que admitir que cuando me despierto cada mañana, tengo que superar el shock de no ser capaz de moverme. Siento envidia de las personas que caminan y corren sin ningún problema. Ser bruscamente privado a los 42 años de muchas de las cosas que disfrutas de la vida es desalentador pero mi optimismo permanece intacto. Empecé a considerar, que vida puedo construir a partir de lo sucedido? ¿Hay alguna forma de ser útil, de echar una mano a los demás, de ponerse a trabajar de nuevo?, ¿Existe algún camino que me conduzca a ser otra vez esposo y padre? No obtuve ninguna respuesta pero el formularme esas preguntas, ya fue una gran ayuda.”
Como vemos, ha cambiado su forma de pensar, de quererse suicidar en un comienzo le empieza a dar un sentido a la vida. Sin embargo, la lucha diaria sigue siendo una constante. Como todo ser humano, Reeve tenía momentos en los que el desánimo y la tristeza, invadían su corazón. Sin embargo, supo darle un sentido a su sufrimiento, a su vida. Que él nos comente como hizo: “Si me entrego a la autocompasión o expreso mi desaliento delante de mi pequeño hijo Hill estoy poniendo una carga pesada e injusta en un niño de cinco años. Si me vuelvo hacia dentro de mi y paso el tiempo con nostalgia del pasado no puedo estar cerca de Mathew y Alexander, dos adolescentes que necesitan los criterios y consejos de su padre. Por último, que tipo de vida podría compartir con Dana, mi esposa, si me dejo llevar y me transformo en un armatoste deprimido que se arrastra en silla de ruedas?”.
A pesar de que lo mas lógico hubiese sido que se esconda tras su mala suerte, quién hubiese tenido agallas para reprochárselo, nuestro super héroe de carne y hueso luchó por ser ejemplo de padre y esposo ejemplar aún en esas condiciones. Al respecto, Alvarez de Mon, de cuyo libro extraje algunos casos, comenta que unos nos ahogamos con flotador en el jacuzzi temperado, iluminado y protegido, y otros como Reeve nadan a brazo partido con el mar más bravo, oscuro y helado y finalmente llegan a su destino eterno, con la alegría y la paz interior de saber que lucharon contra la adversidad y no pararon hasta vencerla. En otra sección de su libro, Reeve tiene una paradoja sobre qué es ser un héroe. Dejaré que él mismo lo cuente: “Cuando salió la primera película de Superman concedí un sinfín de entrevistas y la pregunta que más se repetía era: ¿Qué es para usted un héroe? Con qué facilidad y ligereza contestaba. Un héroe es alguien que lleva a cabo una acción valerosa sin reparar en las consecuencias.“ Quien iba a imaginar que aquel héroe de fantasía se iba a convertir en uno de carne y hueso, que demostró ser un verdadero héroe a punta de tener la fortaleza para perseverar y resistir, y seguir luchando a pesar de cargas durísimas. Y es que los verdaderos héroes son personas comunes y corrientes, anónimas, ese padre que se amanece trabajando para llevar algo de comida al hogar, esa madre que a pesar del trabajo diario en la empresa, se levanta varias horas antes para preparar el almuerzo de sus hijos, ese directivo que permite crecer a sus empleados, ese chiquillo que decide ir contra contra corriente contra la opinión de sus “valientes” amigos que están en drogas o se dejan llevar por el sexo, en fin, me refiero en general a cualquier persona que lucha por ser perfecta, por ayudar a los demás y hacerles la vida más fácil, olvidándose de ella misma.
La pregunta del millón es: ¿Qué hacer cuando llega la adversidad? ¿Volver a leer notas tomadas de un curso de motivación? Probablemente sirvan de poco. Lo único que sirve en ese momento es la seguridad de que todo pasa por algo y nada es casualidad en esta vida, Dios sabe porqué hace las cosas . Tenemos dos opciones, o llevamos la adversidad con angustia, molestia, pena y sufrimiento, o le sacamos provecho a la vida, hacemos de tripas corazón y le vemos el lado bueno. Podemos tener el semblante serio y el corazón compungido, pero nadie nos quitará la felicidad de tener la conciencia tranquila, de saber que hacemos lo correcto, que luchamos por salir adelante. Podemos aprender mucho más de la gente discapacitada, pobre o llena de problemas, que de los inteligentes y famosos. Y es que las adversidades enseñan más que las explicaciones perfectas de grandes científicos enredados en sus esquemas. A través de su crecimiento, aceptación y entrega, la gente herida nos ha enseñado que debemos aceptar nuestras debilidades y no pretender ser siempre fuertes y capaces porque es allí donde creamos barreras para ser felices. Esto no quita que siempre luchemos incansablemente por ser mejores.
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