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¿Cómo uno aprende a ser feliz en un mundo que exige al ciudadano ser cada vez más competitivo labora


Me pidieron publicar este artículo en la revista Asia Sur. Resume algunos otros que he escrito anteriormente. Quise incluirlo esta semana en el blog. Ojalá les guste.

Se puede ser feliz y exigirse al máximo al mismo tiempo. De hecho, es feliz el que tiene la conciencia tranquila de saber que está haciendo todo lo que puede para cumplir con lo que debe. La conciencia intranquila, nunca genera felicidad. Ya lo decía Valero Rivera: Sólo gana el que da todo lo que lleva dentro.

 El kit del asunto es ser competitivo (llámese eficiente) no sólo en el ámbito laboral sino en todo aquello que define nuestra razón de ser, nuestra religión (cualquiera que sea), nuestra familia y nuestro trabajo. Existe un enfoque erróneo de lo que es el éxito y la felicidad. Gastamos nuestro tiempo persiguiendo metas que están mal definidas. El concepto de éxito no es el adecuado ya que se circunscribe al ámbito profesional, se le suele definir en función a un salario anual de seis cifras, el bono de fin de año y, quizá, un ascenso, pero no se toman en cuenta variables como la familia o la tranquilidad personal.

 De esa forma, uno tiende a enfrascarse en una carrera interminable en busca de ganar más: más títulos, más dinero, más negocios e independientemente de cuánto se haya logrado, siempre habrá más que buscar y conseguir. Sin embargo, no se trata de ganar sino de hacer las cosas bien. Ganar es la consecuencia. Si uno se da al máximo, el éxito, tarde o temprano le sigue. No se trata de entrar en una carrera interminable por ganar más que el otro, sino de compararse con los demás en como ser mejor que ellos en términos de logros, virtudes y valores. Es allí donde hay que ser competitivos.

Ahora, con más trabajo se gana más dinero, y con más dinero, ¿se puede comprar más felicidad?

Según recientes estudios de IESE y UCLA los ingresos sí influyen hasta cierto punto en la felicidad de una persona y tienen un efecto moderador sobre los efectos adversos de algunos acontecimientos de la vida, pero sólo hasta cierto nivel, en el que cubre las necesidades básicas, luego de éste, más dinero ya no produce necesariamente más felicidad. Lo curioso es que seguimos creyendo que con más dinero podremos comprar más felicidad. La verdad es que sí la puede comprar, la única duda es cuánta cantidad. Y no es tanta como uno espera porque no sabemos administrar el dinero, nos acostumbramos demasiado rápido al nuevo tren de vida y nos comparamos con personas más afortunadas, lo cual disminuye nuestra felicidad. Se puede vivir feliz aunque no te envidien. Vivimos pendientes de lo que los demás piensan de nosotros, es más, nos pasamos más tiempo haciendo creer a los demás que somos felices que en tratar de serlo, pero los demás están demasiado preocupados por lo que tú piensas de ellos para fijarse en ti. Es decir, trabajas 4 horas más al día, para ganar más y comprarte la camioneta del año para quedar bien con todos y para lucirla, y en realidad a la gente no le interesa ni tú ni tu camioneta, y en esa etapa, has perdido valioso tiempo que has podido compartir con tu familia, enamorada, amigos, etc.

Dicen que la felicidad está en la antesala de la felicidad (como cuando los perritos gozan y retozan un montón en el momento que les van a servir la comida). En lo personal, mi momento favorito cuando me ha tocado ir de viaje, no es el viaje en si, sino cuando estoy en el Duty Free de Lima, es decir, ya pasó toda la parte de espera pero todavía está por empezar el viaje. Disfruten el momento de la felicidad desde antes, durante y una vez pasada inclusive, porque tuvieron la suerte de vivirla.

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