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Dueños de nuestro destino (2da parte)


Confucio decía que para ser exitoso en la vida necesitas 3 cosas:

  1. Algo que hacer (que te guste tu trabajo).

  2. Algo que esperar (tener proyecto personal a futuro).

  3. Alguien a quien amar.

Creo que no hay una definición general para todos, ya que cada uno tiene un concepto y una forma de ver el éxito distinta. En mi caso particular, tengo 4 objetivos fundamentales en mi vida y para medir que tan exitoso soy mido cada cierto tiempo  los retos propuestos y el estado actual de los mismos para saber cuanto me he acercado a ellos. El primer objetivo gira en torno al plano espiritual, el segundo al plano familiar, el tercero al laboral y el cuarto al social.  Sin embargo, mi éxito más profundo es la relación conmigo mismo,  con mi conciencia. Es ella quien me deja dormir en paz o me tortura en la infinidad de veces que he hecho las cosas mal. No mido el éxito en términos de números, en la mayoría de los casos, se basa en la felicidad de los que me rodean, y en ganarme el respeto y el cariño de la gente cercana a mi. Si enfocamos el tema desde el punto de vista familiar, mi éxito depende de la sonrisa y bienestar de aquellas personas que forman parte de mi vida, si hablo de mi hijo, me sentiré exitoso si es que cuando tenga uso de razón pueda sentirse orgulloso de si mismo, si hablo del trabajo, mi definición de éxito estará ligada a la rentabilidad económica sobre las expectativas y al crecimiento personal y laboral del gran equipo que trabaja conmigo.

¿Y para ello, qué nos motiva? ¿Qué nos hace vivir felices? ¿Cuáles son nuestras inquietudes, sueños e ideales más profundos? ¿Qué problemas nos quitan el sueño? ¿Qué nos apasiona? La respuesta a estas preguntas es una pista segura para descubrir nuestros reales motivadores y objetivos en la vida.

Santiago Alvarez de Mon decía lo siguiente sobre lo que significa el éxito: “Para mi, es hacer las cosas y entrenar hasta el límite de mis habilidades.  Ese universo de intenciones, esfuerzos y trabajo preparado a conciencia lo controlo yo, es donde me cito a diario con lo mejor de mi persona. Los resultados, ganar, perder, las consecuencias de mi labor, los aplausos, las pifias, forman parte de otro partido en el que no llevo las riendas. Del otro sí sé  y entiendo. Desde la paz y tranquilidad que da el saber que te has vaciado íntegro, que no has dejado nada en la recámara, entonces se puede apuntar a otros tiempos y lugares por los que suele transitar y perderse el auténtico éxito.”

Tiene mucha razón, y complementando su comentario se me viene a la memoria aquella inolvidable frase de Valero Rivera, “Solo pierde el que no da todo lo que lleva dentro”. Dicho de otro modo, solo ganamos, solo conseguimos el éxito, cuando nos damos el todo por el todo, cuando (como dicen los españoles) “nos jugamos la piel en la cancha”, independientemente del resultado. Éste es una consecuencia, si hacemos las cosas bien, que vendrá tarde o temprano, de nada sirve andar enfadados con el tiempo. Y eso depende exclusivamente de nosotros, de nadie más, del esfuerzo, ganas y pasión que pongamos por hacer de nuestro destino el mejor posible. Ojalá este artículo les permita pensar y volar con la imaginación, pero sobre todo aterrizar las ideas con acciones concretas que los lleven a cumplir sus objetivos, que mis palabras no sirvan más que de aperitivo para que empiece un cambio en sus formas de pensar y en sus vidas. Vale la pena.

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