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El perfil del profesional del 2015


Por mi trabajo en Laborum varios clientes me suelen preguntar cual es el perfil ideal del profesional para estos tiempos. Pues bien, he intentado hacer un muy breve repaso de las cualidades que considero más importantes.

Hoy en día y así como está el Perú, necesitamos en primer lugar profesionales humildes, que aprendan de los errores y pidan perdón (palabra mágica) cuando haya que hacerlo. El orgullo, el contravalor, es el peor de los defectos, elimina la capacidad de aprendizaje.

Necesitamos profesionales muy astutos para entender el “dolor” del cliente (sus necesidades reales), ágiles, capaces de cambiar de opinión y adaptarse a los cambios rápidamente. Es mejor ser humilde y contradecirse que estrellarse por iluminado. Personas que se esfuercen, que se comprometan realmente, “all in”, que saben que solo ganan cuando se dan enteras, independientemente del resultado, ya que ése no depende exclusivamente de nosotros. Saben que el camino a la victoria es siempre el más complicado. En la presión y cuando las papas queman se crecen, encuentran la calma y a base de autoconfianza, perseveran en el tiempo.

Profesionales con sentido del humor, no para contar chistes todo el día, sino para reírse de si mismos y convertirse en arquitectos de un ambiente estimulante. La vida es lo suficientemente seria como tomársela por su lado trágico, siempre podemos darle la vuelta a la tortilla y cambiar un día triste, desanimado, en un día divertido.

Santiago Alvarez de Mon del IESE recomienda contratar gente que tenga una mente analítica, lógica, racional, rigurosa, que no se limita a tratar los síntomas sino que rastrea sus causas y fundamentos. Una mente creativa y visionaria, que en plena tormenta divisa claros y oportunidades que otros ni sospechan. Optimistas si claro, pero permanentemente pegados a la realidad, entendiéndola, evalúan bien los riesgos y definen acciones para neutralizarlos, sabiendo que a veces las cosas no salen bien y hay que enmendar el camino.

Cuídense mucho de optimistas falsos, que en su fuga de la realidad, se acercan peligrosamente al precipicio. Mucho cuidado también con los pesimistas, como dije en otro artículo, son contagiosos y siempre tienen razón ya que anticipan un resultado mediocre que terminan alcanzando.

No podía faltar el coraje, del que por cierto, se habla muy poco. Nelson Mandela dijo: “Aprendí entonces que coraje no era la ausencia del miedo sino la superación sobre éste. Sentí miedo muchas más veces de las que puedo recordar, pero lo ahogaba en una máscara de atrevimiento. El hombre bravo no es aquel que no siente miedo sino el que lo conquista y domina.“ Coraje para no callar cuando toca mantener la opinión. Coraje para tomar decisiones difíciles, impopulares, asumiendo el costo de las mismas. Para decirle al jefe lo que piensas. Coraje para decir que no. Para vivir tus valores, en lugar de predicarlos cual santurrones (esto me cae a pelo). Coraje para dejar de quejarse de la situación y hacer algo por los demás.

Y finalmente, la prima hermana del coraje: la valentía. Son valientes los que le dan al trabajo la posición que tiene en su vida y priorizan cuando haya que hacerlo, su vida espiritual, su vida familiar y su vida personal y cuando haya que hacerlo, su vida profesional. Los que cuando los visita la adversidad disfrazada de la muerte de un ser querido, un divorcio, una pérdida de trabajo, escarban y sacan a flote lo mejor de ellos, una gran fortaleza interior. Pueden doblarse, pero nunca se quiebran. Por supuesto que sufren y tienen miedo, pero su capacidad de reconocer e interiorizar el sufrimiento, les proporciona la suficiente gasolina para sacar a relucir sus mejores valores, esfuerzo, resiliencia, perseverancia, optimismo y luchar con acciones concretas para superar esa etapa. Un consejo rápido y gratis.

Cuando vayan a contratar a alguien, imagínense como reaccionará en tiempos difíciles. ¿Se asustará, ahogará o saldrá nadando contra corriente? Ojo, el cv no dice nada al respecto, allí todos somos superman.

Con profesionales como éstos, la desaceleración ni se sentirá, al contrario, podremos crecer exponencialmente, mientras que a otras empresas sí las va a matar. La diferencia se llama actitud. A trabajar! No se aprende a nadar leyendo tratados sobre natación sino tirándose a la piscina. ¿Lo intentamos?

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