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Empeñarse en la propia felicidad, camino seguro a la depresión


Les deseo que hayan pasado una muy feliz navidad y que el 2010 llegue lleno de muchos éxitos a nivel profesional, pero sobre todo a nivel personal y familiar que al final es lo más importante.

Cuidado con las trampas de la mente

En su libro “Tropezarse con la felicidad”, Daniel Gilbert, plantea una hipótesis en relación a como uno mismo puede tomar la actitud de vivir la vida feliz. Está estrechamente relacionada a la forma como entiende la realidad el cerebro, y para ello, es crítica la lectura que le da al pasado, el cual está compuesto en parte de invenciones, recuerdos y percepciones. A pesar de ser variables poco objetivas, son aceptadas como parte de nuestra realidad., que suele ser ambigua. En un resumen de este libro, se menciona que las ilusiones ópticas ilustran muy bien este fenómeno. Por ejemplo, en un dibujo muy conocido el fondo y el primer plano se intercambian entre sí. ¿Estamos viendo una copa o los perfiles de dos rostros? Podemos ver ambas cosas con absoluta precisión. Sin embargo, si tenemos razones para interpretar una percepción ambigua de un modo y no de otro, entonces el cambio de planos ya no se hará al azar. El cerebro escogerá la imagen que prefiera. Y de lo que se trata es de educar al cerebro para que le de preferencia a la imagen que le rinde mejores frutos.

Sabiendo que es el cerebro el que elige de manera inconciente la imagen que quiere tomar como realidad, ¿De que forma podemos “educarlo”? Una de las recetas que da el libro es pedirles consejo a las personas que hayan pasado por las mismas circunstancias. Si una persona se sintió feliz tras tomar cierta decisión, entonces lo más probable es que a nosotros también nos pase lo mismo.  Funciona porque la mayoría de los seres humanos se parecen.

Empeñarse en la propia felicidad, camino seguro a la depresión

Julián Marías ha definido a la felicidad el “imposible necesario”, la gran paradoja, porque todos tenemos necesidad de ser felices pero no acabamos de conseguirlo en esta vida.

Empeñarse en la propia felicidad es billete seguro a la depresión y a la frustración. La felicidad, nos dice Javier Cuadras en su excelente libro, “Después de amar, te amaré”, es como el sueño en una noche de insomnio: cuanto más se concentra uno en aprehenderlo,  más esquivo se hace. Sin embargo, si, como dicen los especialistas en sueño, uno  se olvida, se levanta, lee…entonces es más probable que el sueño acuda.

La conclusión de esto es que uno no vive para ser feliz, sino para hacer feliz. Por ejemplo, en el matrimonio el compromiso del amor es la felicidad del otro, no la propia, porque a nadie se le oculta que si la única o la primera felicidad que buscamos es la nuestra, no amamos al otro, sino a nosotros mismos, cosa, por otra parte, bastante natural. Amar a los demás requiere esfuerzo. Pero es un esfuerzo muy bien remunerado: olvidarnos de nuestra felicidad tiene como recompensa esa misma felicidad. La experiencia de cada uno de nosotros lo confirma.

No busquemos la alegría en grandes profundidades. Desde luego, como recuerda Martí, lo primero es la paz interior, con ella, la alegría está asegurada pase lo que pase.

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