Habiendo millones de artículos sobre liderazgo me atrevo a escribir un resumen de lo mejor que he leído y escuchado con el fin de compartir algunas ideas para liderar mejor. No soy nadie para dar consejos, pero médico enfermo también puede curar.
La mejor definición que he escuchado, se la pregunté a Harry Kraemmer, una autoridad a nivel mundial en este tema, luego de una clase en Kellogg: “Hacer que otros hagan cosas que ordinariamente no harían dado que tienen una habilidad para influenciar y motivar a la gente a que cumpla algún objetivo.”
¿Pero, por qué es tan difícil influenciar en las personas? Santiago Alvarez de Mon, profesor del IESE, comentaba que es porque creemos que dirigir se hace sólo con la cabeza y que con aprender cinco conceptos, leer libros y asistir a algunas conferencias es suficiente. Cualquiera de nosotros puede improvisar una conferencia sobre trabajo en equipo o liderazgo, pero luego no hacer nada de eso porque no lo siente. Estamos cojos en gestión de sentimientos… hacemos demasiado uso de la lógica y poco de las emociones. El éxito está en articular una mente que piensa y sienta, donde pensamientos y emociones, razón y sentimiento, lógica y pasión caminen juntos. Los líderes excepcionales son los que impactan en la cabeza y el corazón de la gente.
Cuando me hablan de liderazgo, se me viene a la mente una palabra: ejemplo. Liderar desde el ejemplo es quizá la única forma de hacerlo. Los valores no se pueden enseñar, solo se pueden aprender. Se contagian. Ya lo decía Waldo Emerson: “Sus acciones hablan tan fuerte que no puedo escuchar lo que está diciendo”.
Y todo comienza por liderar primero la vida de uno. Enfocarme en sacar la mejor versión de mí mismo y luego la mejor versión de los demás. Y es en esta etapa donde cosechamos los valores que hemos sembrado antes como la humildad, la escucha activa, el esfuerzo y la perseverancia.
Solo una vez cumplida esa tarea podemos aspirar a liderar a otros. Me gusta la definición de empresa que daba Giovanni Agnelli, CEO de Fiat, quizá porque no es académica, sino práctica: “Una empresa está formada por personas con diferentes historias, culturas, inclinaciones, aspiraciones (…). Y todas esas personas, de diferentes edades y culturas, con diferentes empleos, tienen que llevar a cabo el milagro de trabajar juntos, de modo que los resultados de la empresa sean los adecuados. Hoy y mañana”. Y el líder es el responsable de liderarlos.
Si estamos alineados con esta definición, las personas debieran estar en el corazón de la tarea de dirigir, que como decía Argandoña, no es otra cosa que tomar las distintas motivaciones, capacidades, experiencias e ilusiones, y hacer de todo eso el motor de un proyecto común al servicio de consumidores, proveedores, propietarios, directivos y empleados. Porque queremos empresas más humanas, sí. Y también más exitosas.
Napoleón decía que los líderes son distribuidores de esperanza. Y es que influenciar es crear cosas espectaculares a través de otros, crear valor. Los líderes le recuerdan a su gente lo que es realmente importante. Inspiran confianza, ejecutan con excelencia y como una feliz consecuencia de ello, producen resultados extraordinarios.
Los líderes tienen que tener autoconfianza, sé lo que sé pero también lo que no sé. Implica conocer sus debilidades. Tienen que tener también humildad, como llegaron hasta donde están. Valorar al equipo que los ayudó a llegar. Los mejores líderes se preocupan por el lado personal de sus equipos. No es un tema de poder sino de autoridad. El poder no basta para comprometer y seducir y ahora menos, implica tener una visión y compartirla con otros. El poder, el afán de dominar, es la obsesión de los débiles. Es parte de su complejo de inferioridad.
Ya lo decía Jack Welch, reconocido como el mejor gerente del siglo XX por la revista Fortune “Compromete a tu gente y pregúntale ¿Qué haces? ¿Por qué crees que es importante? ¿Qué puedes ganar si lo haces bien?” No es el trabajo que haces el que importa, es el significado que tiene para ti. La gente no se da si es que no tiene un motivo para hacerlo. Como líderes, debemos invitar a la gente a que encuentren sentido a su trabajo.
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