La depresión es hoy uno de los males más comunes en el mundo. Nadie puede decir que no le tocará. Y es que estar vivo es muchas veces doloroso. Depresión es muchísima tristeza. Es como que el infierno te cayera encima. Es una manera más lenta de estar muerto, decía Andrew Salomon en su charla en TED. Y está muy cerca a nosotros, ya que o nos ha pasado o tenemos un amigo cercano o familiar.
¿Cómo darle la vuelta y pasar la página? Entrevisté a muchas personas para mi 2do libro, psiquiatras, psicólogos, profesores de Gobierno de personas y sobre todo, mi fuente más valiosa, a personas como tu o como yo, que han vivido dificultades en carne propia, para saber que hicieron para salir adelante.
Primero reconocerla. No transformas una realidad que niegas. Los que niegan que tienen depresión son los que irónicamente no sanan de ella. No pensar en la depresión la hace más fuerte. Reconocer no estar bien es el primer paso para crecer. Sin embargo, no basta con conocer las reglas de juego, para ganar hay que jugar bien el partido.
No es suficiente con saber la ruta del camino, hay que correrlo, y muchas veces con mentalidad de maratonista, sabiendo que son muchos kilómetros, y que en éstos habrán caídas y tropiezos y se trata de saber gestionarlos. Es allí donde afloran los valores que hemos sembrado antes: resiliencia (capacidad para soportar golpes y salir fortalecido), esfuerzo, optimismo, perseverancia y paciencia, ya que todo pasa.
Leía a Santiago Alvarez de Mon, profesor del IESE que en su libro escribe sobre estos dos casos. El primero es el de Andrea Bocelli, a los 12 años, a causa de una rara enfermedad y un pelotazo en la cara accidental, se quedó ciego. El mismo Bocelli comenta en su libro autobiográfico: The music of silence, ”Curiosamente la naturaleza, mientras me quitaba algo valiosísimo, la vista, me daba otro regalo, la música. Con una mano soltaba algo tan querido como la visión, pero con otra agarraba fuerte una muleta y una compañera inestimable, la música, otra forma de “ver”. Muchos de los logros de Bocelli se han dado gracias al coraje y persistencia de un hombre que aprendió a mirar de otra manera.
El 2do caso, John de Zulueta, exitoso empresario español, amante del deporte, es paralizado por una garrapata que le picó. Sin embargo, en lugar de deprimirse aprendió y grabó enseñanzas valiosísimas. En una entrevista él dice: “Cuál es tu primera reacción cuando te dicen que vas a vivir en una silla de ruedas por culpa de la picazón de una garrapata?. Al principio te preguntas, ¿como me ha pasado esto? ¿Por qué a mi, habiendo sólo dos o tres casos por año? Ha sido porque la vida me ha tratado tan bien y ahora tengo que pagar el precio justo?” A pesar de su justificable reacción, supo salir adelante. No se amilanó sino por el contrario, salió fortalecido, se dio cuenta que lo que piense o se lamente no iba a cambiar para nada su destino, sin embargo, si lo iba a cambiar la actitud que tomara sobre el hecho puntual, es por ello que cambió “el chip” hacia uno positivo, y su vida cambió significativamente.
Uno siempre tiene días o meses tristes pero que nuestra tristeza no sea como la de aquellos que no tienen esperanza. La angustia, la soledad, la frustración, la desesperación son la expresión de un mundo que ha perdido la esperanza. Y vivir sin esperanza es condenarse al vacío. Nace el vacío cuando muere la esperanza escribió Leonardo.
Sobreponerse no es fácil, los tratamientos no son perfectos. ¿Así que tomas estas pastillitas y eres feliz? Pues no, la verdad es que la felicidad no te la da el Prozac sino la tranquilidad de conciencia de saber que estás haciendo lo correcto. La superan los que se caen pero tienen las agallas para levantarse, para llenarse el día de actividades que no dejen espacio para estar tristes. Lo contrario a la depresión no es la felicidad sino la vitalidad.
Decía un santo de nuestros días que parece mentira que se pueda ser tan feliz en este mundo donde muchos se empeñan en vivir tristes, porque corren tras su egoísmo, como si todo se acabara aquí abajo! No se trata de combatir contra enemigos de fuera sino de una guerra personal contra las propias claudicaciones. Decía Aristóteles: “Considero más valiente al que conquista sus deseos que al que conquista a sus enemigos, ya que la victoria más dura es la victoria sobre uno mismo”.
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