Hoy está de moda hablar de los hijos… por desgracia no lo está hablarles a ellos. Entre el trabajo, los cócteles, los amigos, los hobbies personales e inclusive la pareja, se nos olvida pasar más tiempo con ellos. Y en buena parte por eso, estamos como estamos. Familia y trabajo son dos aspectos de la vida que están íntimamente relacionados. Debemos cultivar ambos en paralelo.
Y ello implica, que así como las empresas tienen su cultura, sus costumbres y valores, lo mismo lo apliquemos a nuestra familia. En la foto adjunta recopilé varias de las costumbres que mis padres instauraron en nuestra familia. No las copien, actualícenlas, creen las suyas. No hace falta tenerlas impresas, nadie las leería, hace falta definirlas y esforzarnos para que se cumplan. Era una forma de vivir.
Es curioso, la vida tiene una forma misteriosa de enseñarnos lecciones. En el caso de nuestros padres, las valoramos muy tarde, normalmente cuando nos toca cumplir la función a nosotros.
A mi padre (y por supuesto a mi madre también) les agradezco por ser coherentes en su forma de pensar, decir y hacer. Mis hermanos y yo aprendíamos de su ejemplo. Y es que las palabras convencen, pero el ejemplo arrastra. Y los valores, no se enseñan, se contagian. No hay discurso más elocuente que nuestra acción y a la vez no hay nada que desmotive más que la incoherencia. No hacía falta que alguien nos enseñe la importancia de tratar bien a las personas, los veíamos a mis padres como se trataban y nos quedaba clarísimo.
Cariño si, pero también normas, autoridad y disciplina. En una sociedad blandita como la que vivimos, eso ya es del pasado. Hay padres (incluyéndome a veces) que juegan a ser “amiguis”, y con ese pretexto les permiten todo a sus hijos. Por supuesto que debemos crear cercanía con ellos, pero no ser cómplices en actos que no son propios de su edad, por muy “modernos” que sean nuestros tiempos. Veo hijos que llegan a los 14 años sin escuchar la palabra No. Hijos de la abundancia, a los que les llenamos la agenda de todo, antes que nos malogren nuestro planes. Pues no! Dejemos que el aburrimiento haga su trabajo, porque es allí donde nace la creatividad, la capacidad de ingeniárselas para divertirse, o quizá mejor, para cosechar un hobby tan valioso como leer (les hablo desde la experiencia porque yo aprendí a leer así). Hoy, el sembrar el hábito de la lectura por ejemplo, es la batalla más épica que podemos dar contra la dictadura de las redes sociales mal usadas por nuestros hijos (y muchas veces por nosotros).
4 consejos de mis padres que comparto
1. No hagas cosas que te de vergüenza que tus hijos sepan
2. Nunca digas “Mi hijo es un problema”, conviértelo a “Mi hijo tiene una dificultad” porque solo allí, te comprometerás a sacarlo adelante con compasión.
3. Cuida la pandilla, con quienes anda tu hijo, averigua por sus familias, porque ellos serán sus principales influencers.
4. Educa a tu hijo en aprender del fracaso. Fracasar es parte de la vida. Más allá del sinsabor, le enseñará a luchar y a resistir. Hoy muchos jóvenes poseen una nula tolerancia a la frustración. Fracasar es una oportunidad única para crecer por dentro.
Como padres, tenemos que ir con las luces altas, sacrificando muchas veces el quedar mal hoy con ellos, siendo estrictos, (y por supuesto a la vez cariñosos y cercanos) para sembrar un futuro mejor. Debemos pensar en términos de pasado mañana. Es la tarea más complicada que tenemos, y nadie puede jactarse de hacerla perfecta.
Y como decía mi gran amigo Victor Kuppers, “Tus hijos no te quieren por tus éxitos profesionales, sino por tu manera de ser con ellos.”
Comments