Soy administrador, y un profesor me dijo en la universidad que un administrador estudia 5 años para hacer que otros hagan algo y en el fondo en mi trabajo resulta que termino enfocándome en lo mismo. Para ello, tengo que cambiar constantemente de chip, amanezco con el chip de padre y esposo, tratando de tener muchas energías para jugar con mi hijo, para escuchar a mi esposa y tratarla con detalles, luego llego al trabajo y cambio a mi chip de gerente, , trato de ser serio (aunque nunca lo logro), enfocado en que los demás hagan las cosas bien, en definir un Norte que todos puedan seguir, fingiendo siempre estar de buen humor (aunque a veces no lo logre y por el contrario, sea mal humorado) y siempre seguro de mis decisiones (aunque muchas veces tampoco lo esté). Y a lo mejor una vez por semana en la noche, salgo con mis amigos y me pongo el disfraz de chiquillo juerguero, tratando de ser el bufón, el alma de la reunión (cosa que por cierto, rara vez me sale). En fin, mis personajes y yo, ¿Cuál manda? ¿Cuál es mi esencia? Difícil pregunta. En todo caso, lo que trato de hacer es vivir un estilo de vida “All in”, el disfraz de turno en el me toca estar, el papel que me toca representar en este gran teatro de la vida, tratar de representarlo con entrega total. No se vivir de otra forma, a lo mejor, muchas veces equivocado, muchas veces intercambio los papeles que tengo y adopto lo que debiera representar en uno, pero en otro contexto o en otro papel.
Y entonces me pregunto, ¿Cómo gestionarme mejor? Gran duda que me hizo buscar mucha información, leer muchos libros. Y es que solemos pasar el tiempo entre eventos que nos hacen sentir y/o vivir felices y eventos que nos hacen vivir o estar infelices.
Ciertamente, la felicidad, por default, no es muy fácil que se deje atrapar, y cuando lo haces, es probable que si no te enfocas en el largo plazo, se te escurra muy rápidamente.
El primer día de colegio, nuestro primer amor, el ingreso a la universidad, el primer trabajo, la muerte de seres queridos, la pérdida de trabajo, son diversos puentes que hay que atravesar para conocer su anverso, la otra cara de la moneda de la vida. Y es que el sufrimiento, la alegría, el dolor, el placer, la adversidad y la abundancia se entrecruzan con una facilidad y una rapidez envidiable.
Es fácil vivir en contextos de felicidad, cuando nos va bien. El verdadero reto de aprender a gestionarnos es cuando se aparece esa “amante inoportuna” que es la adversidad. Muchos autores coinciden en que nuestro gran problema es que nuestra mente viajera tiende a viajar al pasado, para hundirse en él, cuestionándose “Que hubiese pasado si….” o viaja al futuro, preocupándose por cosas que todavía no han sucedido y que a lo mejor ni siquiera pasarán, lo que en psicología se traduce como ansiedad, miedo al futuro. “Sufro por lo que no sucederá y tengo miedo de perder lo que no he perdido” Goethe
Muchos, nos vamos al pasado, ese lastre, que es importante solo para aprender de nuestros errores y no quedarnos en la melancolía (la dicha de estar tristes), de preguntarnos “Si pudiese volver a vivir, ¿Cómo me hubiese gustado planificar mi vida?”. No entiendo porque me pasa, pero por alguna razón busco escuchar canciones que me pasaron en épocas tristes de mi vida, y he encontrado mucha gente como yo. Es masoquismo medio raro, pero en fin, así soy.
Enrique Rojas, reconocido psiquiatra español, especializado en estos temas, nos explica en su libro “La ansiedad” cinco maneras de soltar el pasado:
Perdonar a los demás y perdonarse a uno mismo.
Mirar hacia afuera: Un pasado que siempre regresa puede significar que nos estamos mirando demasiado el obligo: para salvar la trampa de la autocompasión debemos desplazar la mirada de nuestro interior haca la vida de otras personas a las que podemos ser útiles.
Relativizar: Darnos cuenta de que muchas otras personas sufren y han pasado por episodios parecidos o peores que los nuestros, y los han superado, es un motor para nuestra resiliencia. No estamos solos en el sufrimiento.
Empezar de cero: Cuando nuestro pasado ha quedado destruido por un hecho traumático, la muerte de un ser querido, una invalidez, un divorcio o un despido, hay que replantear la vida de nuevo estableciendo nuevos objetivos.
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En el otro extremo están los que se van al futuro ante las adversidades. Debo confesarles que mi mente suele viajar no solo al pasado sino también al futuro, con lo cual, me vuelvo una persona ansiosa. Sigo con el resumen de un experto en el tema, el Dr. Rojas, y les presento su receta para sobrevivir a la ansiedad, vale la pena leerla varias veces:
Desactiva el miedo al futuro: La ansiedad es una emoción negativa orientada hacia lo que sucederá. El remedio se llama aquí y ahora. Trabaja lo diario con tenacidad.
Disecciona y comprende tus miedos: El miedo al futuro y a lo desconocido es natural, pero no nos debe paralizar. Si lo peor que nos podría ocurrir es lo que nosotros mismos imaginamos, no hay nada que temer porque podemos calcular las reacciones.
Romper con el circuito del miedo: Nuestro cerebro toma como real aquello que tememos aunque no llegue a ocurrir. Por eso, cuando anticipamos algo lo sufrimos tanto o más que si fuera real. Para detenerlo debemos centrarnos en el presente.
Cambiar los miedos irreales por los reales: Una manera de vencer la ansiedad es restringir nuestro temor a las cosas que ya están sucediendo y encararlas en clave de soluciones. Lo que aun no ha pasado no existe.
Acógete a la espiritualidad: Un creyente ve la muerte como el principio. La fe en una religión o escuela espiritual proporciona un sentido y un alivio a la preocupación por el más allá.
Si hay algo que debiéramos tener bien claro es que ante la adversidad, la mejor manera de controlarla es cosernos al presente. Viajar al pasado solo para aprender de él, y tener muy en cuenta el futuro, pero sabiendo que será en función de lo que hagamos HOY. La única ventajas de los pesimistas es que adivinan su futuro y lo hacen porque si no creen en el mismo, las cosas siempre les salen mal. A un vendedor, que desde el primer día está seguro que no va a a llegar a su meta, llega el día 30 y por supuesto que no llegó. Ante ello, nos queda adoptar como compañeros de camino el optimismo y la esperanza.
Decía el Papa Francisco recientemente que “Es importante no confundir optimismo con esperanza. El optimismo es una actitud psicológica frente a la vida. La esperanza va más allá. Es el ancla que uno lanza al futuro y que le permite tirar de la soga para llegar a lo que anhela. Es esforzarse en la buena dirección. Además la esperanza es teologal, está Dios de por medio. Por todo eso, creo que a la vida se va a triunfar.”
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