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La lógica del corazón


Esta semana les traigo un extracto de un reciente libro escrito por el gran Santiago Alvarez de Mon. Tiene mucho que ver con la forma como tomamos decisiones.

“El corazón no solo es la sede de los sentimientos, del mundo emocional, sino también la sede de la inteligencia. Síntesis rupturista, propuesta nueva y esperanzada para los que tienen una inteligencia y con razón, y emoción con corazón. Pienso que tenemos que coger el hilo y coser una herida por la que sangramos todos. El arte de dirigir necesita de un corazón inteligente que incorpore a sus latidos y vibraciones los recados de la razón.

 Una razón sensible y un corazón inteligente se solicitan el uno al otro. Probablemente este sea el rasgo más notable de una persona serena. En ella se da una armonía inefable entre razón y corazón, tal vez porque éste es quien gobierna. En todo lo que hace pone el corazón, tan falto y escaso en tantas empresas y carreras profesionales. Desde luego, en los momentos más difíciles de la travesía, se pone al timón y guía con mano firme la dirección y sentido de su vida. Escucha atentamente a la razón, le agradece sus consejos y advertencias, pero no está dispuesto a dejar de vibrar y volar muy alto. Es una mujer y hombre que dice lo que piensa, y hace lo que dice. En ese equllibrio entre pensamiento, palabra y acción estriba la fuerza y el encanto de su liderazgo. Como diría Holmes, “Elemental, mi querido Watson”.

“No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.” Sólo los niños saben lo que buscan. Los ojos están ciegos…es necesario buscar el corazón. En nuestro corazón, probado en mil combates, tensado al límite, en los despachos, calles, teatros y canchas de una vida intensa, se esconde la clave de una carrera profesional abundante y copiosa. En un corazón cansado pero tierno, agrietado pero pujante, se agazapa el niño que llora y ríe, que disfruta y sufre, el que dirige con mano sabia los destinos del adulto.

Los dos, el adulto que somos y paseamos y el niño que intuimos y escondemos, tienen derecho a soñar. El mero hecho de hacerlo despierto ya es triunfar.

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