¿Qué pasaría si tomáramos la vida como un viaje? Debiéramos hacer el ejercicio de entender el camino como un fin, un instrumento que nos lleva a alcanzar una determinada meta.
¿Qué debería poner en mi equipaje?
Sentido de trascendencia. Si mi vida (o mi viaje) no tienen un destino, una razón de ser, cualquier camino será bueno.
Conocimiento, debiéramos asegurarnos de tener una dosis necesaria que es la que el mundo (laboral, social, familiar) nos va a solicitar ya que de no tenerlo nos la va a cobrar con intereses.
Talentos, entendiendo el talento como hacer sencillo lo que para otros es muy difícil. Identificar cuáles son los nuestros es una tarea inaplazable.
Valores. Sobran discursos sobre valores, nos falta práctica. La gente que lidera desde el ejemplo no predica mucho. Cuando quieran conocer los valores de una persona, pídanle su agenda, de Lunes a Domingo, porque el tiempo define nuestras prioridades, nuestros valores. ¿Cuánto tiempo le dedico a mi hijo? Solo con esta pregunta me doy cuenta que me falta mucho para mejorar. Si no tienes tiempo para renovar algo que se vuelve peligrosamente rutinario como tu matrimonio por ejemplo, ¿de que valores hablamos? El tiempo es un estricto juez que nos muestra quienes somos ante los demás.
Es necesario también elegir nuestro camino y nuestro destino, y no vivir la vida ni perseguir los sueños que a lo mejor son de otros o que otros quieren que vivamos. No es nuestra misión ser fotocopiadora.
Este año la vida me ha enseñado que la vida es incierta por definición. Es como un río con dos orillas, en una está la victoria y en otra la derrota, y a las dos, como decía Kippling, las tienes que tratar como dos impostoras, porque no sabes cuándo una aparente derrota esconde tras de sí una gran victoria y viceversa. Solo se puede ganar los grandes partidos de la vida si haces las paces con la posibilidad de perder, solo ganan aquellos que aprenden a perder.
Saboreen el momento, el hoy, el presente, el camino, ya luego vendrá el destino final. La felicidad no depende de la realidad sino de cómo la interpretes. El problema no es el despido, la bancarrota, la muerte de un ser querido, el problema es el que surge a raíz de ese reproche, de la lectura que le damos a eso. Si solo pensamos en ser felices siempre y en ganar, entonces seremos firmes candidatos a un infarto o a un ataque de estrés. Hoy en día hay mucha gente depresiva, muchísimas pastillas, tal vez porque andamos buscando algo que no existe.
Santiago Alvarez decía que el hombre busca certezas y tropieza con inseguridades. La vida, a medida que vas avanzando kilómetros te va mostrando preguntas. El que sabe, duda, pregunta, y escucha. En lugar de precipitar algunas recetas con atajos que no te llevan a ningún lado. Las personas más serenas son las que han hecho las paces con lo irreversible, que no buscan lo que no existe. Hay que aceptar las reglas de la vida, que implican ganar y perder. Para ganar, no puedo romperme cada vez que pierdo, tengo que levantarme.
Para ello, que importante es la gestión del tiempo. Muchos perdemos por querer seguir viviendo en el pasado, por no dejarlo ir, convirtiéndonos en esclavos de circunstancias o de errores que marcan de por vida.
La otra cara de la moneda, viajar innecesariamente al futuro, es una fuente de ansiedad. El hecho de no saber qué viene nos produce un desmedido miedo anticipado, y este es el peor de los temores, ya que provoca más sufrimiento que la propia situación desagradable que intentamos evitar. Un estudio neurológico realizado en USA mediante resonancias magnéticas descubrió que la preocupación por lo que pueda suceder se nos graba en el cerebro igual que si hubiese ocurrido de verdad. Es lo que en psiquiatría se le llama el circuito del miedo.
Para desactivarlo, en lugar de preocuparnos por lo que pueda ocurrir, debemos fijarnos en lo que está sucediendo aquí y ahora. Enrique Rojas, destacado psiquiatra español, dice que si dejamos de ocupar nuestra mente con pensamientos negativos a futuro y los concentramos en el presente de forma positiva, romperemos el círculo vicioso del miedo anticipatorio.
El futuro siempre será una interrogante. Bien dicen que mucho consiguió quien no dejó nada para mañana. El terco es primo hermano del vago, “Mañana” es su vocablo preferido. Mañana dejaré el trago, mañana le declararé mi amor, mañana comenzaré a esforzarme por trabajar bien, mañana, mañana, mañana.
Alvarez de Mon decía que “el futuro por definición, es una inmensa pregunta, una misteriosa incertidumbre, y fiel a su naturaleza, no desvela las respuestas que solo él atesora en su regazo. Es más, si se desnudara y prostituyera, contándonos todos sus secretos, vivir sería insoportablemente aburrido. El factor sorpresa es vital para casi todo. Siempre habrá una grieta entre nuestros planes y el dictamen final de la vida. Ándese ese trecho y estúdiense los porqués de la desviación incurrida. Una respuesta sincera, humilde y humorística afianzará el proceso de autoconocimiento y aprendizaje personal. La desigualdad entre los planes y la vida se estrechará.”
Muchas veces no vivimos el hoy por estar mirando el ayer, teniendo miedo del mañana, y entre tanto, se nos va la vida.
Valero Rivera, ex entrenador del equipo de balonmano más exitoso del Barcelona decía que “el objetivo final es el proceso, no el resultado (llámese el camino y no la meta). Mirar a corto plazo, el próximo partido, fijarte en lo que hay que hacer para ganar el partido y no relajarte. No se habla de ganar sino de hacer. Ganar es una consecuencia. Ganar es tan importante, tan imprescindible para un equipo que quiere ver extendido su cheque anual de confianza y apoyo que no se habla de ello. Ganar es el penúltimo objetivo, el último es la felicidad, como la quieras cazar se te escurre, solo se queda contigo si te esfuerzas al máximo, y por eso se convierte en consecuencia. Obsesionados con ganar los músculos se tensan y las neuronas se embotan. ¿Vamos a ganar la liga este año? No , este año vamos a ganar el partido de mañana y luego el próximo y al final haremos balance.”
Sé muy bien que los artículos como éste no cambian la vida de nadie, las palabras resbalan, pero si tuviese que resumirlo para dejar una idea es que la meta es el camino, no nos obsesionemos con el futuro, no tenemos ni idea de que pasará. Dejemos que el futuro llegue y será en función de lo que hagamos hoy. Caminar despacio y concentrado es la mejor receta para correr lejos, muy lejos, sabiendo que al auténtico reto es saborear y apreciar cada kilómetro del trayecto. Carpe Diem.
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