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La vida es ahora


Excelente y contundente slogan de Visa que cada vez que lo leo me ayuda a pensar, no necesariamente me incita a comprar, sino a pensar la cantidad de momentos que destino al trabajo, a mi vida personal y a mi vida familiar.

Este es uno de esos temas de los que no es difícil escribir pero si ponerlo en práctica. Y es que la adicción al trabajo se ha ido apoderando cada vez más de nosotros. Los “workaholics” son una raza que lejos de estar en peligro de extinción, cada vez van creciendo de manera exponencial.

Según Wikipedia el workaholic es una persona que le gusta, ama y es adicta al trabajo. No necesariamente es la cantidad de horas sino la forma de utilizarlas, ya que pueden haber personas que trabajan más horas, pero que también pasan más horas con su familia porque están acostumbradas a dormir menos. Si bien es cierto no hay una definición médica, estoy seguro que todos sabemos definirla pero no sabemos bien cuando hemos contraído esta enfermedad. Y es que con esta etapa de crisis que acabamos de pasar o que inclusive estamos pasando (depende el país donde nos encontremos), ha sido necesario el compromiso, la entrega, la dedicación al trabajo de manera especial. No dudo que haya sido necesario. El problema radica cuando nos acostumbramos a este desorden temporal de prioridades y lo volvemos permanente. Y es que si bien es cierto es más fácil triunfar en lo laboral que en lo personal, no nos damos cuenta que lo segundo es mucho más importante para nosotros.

Los síntomas principales para reconocer si uno forma parte o no es el pensar constantemente en el trabajo y el busco excusas para seguir trabajando.

En una reciente encuesta en Europa, se descubrió que el 25 a 30% de los ejecutivos tiene trastornos de conducta. Eso hace que sus expectativas de vida se reduzcan 10 años. ¿Las causas de esos trastornos? Sobre tensión y estrés.

Concuerdo plenamente que el trabajo debe darle sentido a tu vida, debe retarte y debes darte al máximo, terminarlo bien hecho, porque será la única manera que triunfes laboralmente. El reto es compatibilizar dicha tarea con el rol familiar que cada uno tiene ya que dichas actividades y metas no son excluyentes.

Al respecto, hay un concepto clave que ayuda muchísimo que es el compromiso, pero que sin embargo, se ha malinterpretado. ¿En una empresa está comprometido el gerente general  fichado a golpe de talonario, pero que mañana puede estar dejándose seducir por una Head Hunter? ¿Se trata de pasarse horas de horas en la empresa y no siempre trabajando, a veces en el facebook, o navegando? ¿El tiempo de permanencia en el trabajo significa que estoy comprometido?

Ya lo decía Santiago Alvarez de Mon en su libro, “La lógica del corazón”: Si tengo otras facetas de mi persona que quiero cultivar ¿tiene que ser necesariamente a costa de la entrega a la causa? ¿Qué es lealtad? Inmolarme en la pira empresarial hasta que me amorticen y me coloquen en la calle, prejubilado o despedido? ¿Qué quieren, que me case con la empresa? No tengo tan mal gusto, yo sólo me caso con mi mujer y con mis hijos, lo demás ha de ser colocado en su justo término y lugar. En mi esquema ideal de liderazgo, la empresa inteligente debería hacerle un sitio grande y espacioso, a la vez que exigente y retador, al yo de cada profesional. En esa cultura, nadie tendría que renunciar a sus ambiciones, porque al fin y a la postre, no nos engañemos, todos trabajamos para una empresa llamada Yo S.A.

La agenda de un directivo es lo que fija sus prioridades. Si no se encuentra tiempo para algo , no es un buen síntoma. Si determinadas citas o encuentros son sistemáticamente retrasados, es una señal inequívoca de que no son estratégicamente cruciales.

Una de las cosas que más me angustia es volverme en un hombre monotema. Mucha familia, amigos, sociedad, ocio…pero al final, trabajo, trabajo, trabajo. Es una actividad determinante, proclive al feliz desenvolvimiento de talentos y destrezas, marco ideal para servir a la comunidad humana. No obstante, su exceso, atraviesa todo, adquiriendo un peso desproporcionado”

Me viene a la memoria aquella canción de Julio Iglesias, “Me olvidé de vivir” que encierra una extraordinaria letra, que entre otras cosas dice:

De tanto correr por la vida sin freno

Me olvidé que la vida se vive un momento

De tanto querer ser en todo el primero

Me olvidé de vivir los detalles pequeños.

De tanto correr por ganar tiempo al tiempo 
Queriendo robarle a mis noches el sueño 
De tanto fracasos, de tantos intentos 
Por querer descubrir cada día algo nuevo.

En fin, creo que es muy importante dedicarle todo el tiempo que sea necesario al trabajo para terminar las actividades muy bien hechas, pero tengamos cuidado de no excedernos y que los platos rotos de ello los sufra nuestra familia.

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