Todos hemos escuchado hablar de los objetivos en una empresa, algunos son claros, otros son una figura utópica imposible de cumplir, o un saludo a la bandera, pero más allá de ello, ¿nos hemos puesto a pensar que nosotros también podríamos trazarnos nuestros propios objetivos. Y es más, podría ser uno para empezar a vivirlo hoy?
Decía Santiago Alvarez, ¿Cuál es la misión del presidente?, gobernar la institución y representarla ante la sociedad, ¿El papel del entrenador?, colocar a cada jugador en aquel puesto donde su talento explote, mientras mantiene un ambiente de exigencia y armonía. Malo si compite con ellos en protagonismo y visibilidad, y peor si no se respeta a sí mismo y le hacen la alineación. Esta actitud y filosofía de trabajo permite perder con dignidad y ganar con humildad, sabedores de que el auténtico partido se libra en otra cancha interior, llamada yo, mucho más intimista y desafiante. Si el talento se expresa, si la voluntad y el coraje se movilizan, si el corazón bombea energía y el alma se ensancha, ¡ya hemos triunfado! “Aspira a lo absoluto si en lo relativo quieres progresar”, escribió Unamuno.
Y yo, ¿qué puedo hacer hoy? Continuando con lo que decía Alvarez: Voy a disfrutar del deporte sin convertirlo en terapia insufrible y cardiaca. Dormir, sin pastillas, con la placidez de la infancia. Seis horas, calidad, no cantidad. Reírme de mí mismo varias veces al día. Se acabó el perfeccionismo y la autoexigencia implacables. Viajaré al pasado para conocerlo y firmarlo, luego lo soltaré. Soñaré despierto sobre un futuro mejor, para quedarme atento en un presente repleto de oportunidades. Todos los días mantendré una cita conmigo mismo. Saborearé el silencio y, en una soledad insobornable y querida, meditaré sobre preguntas eternas que mi alma se niega a reprimir, ayudaré a alguien que lo necesite.
Un objetivo podría ser empezar a acumular virtudes. El Centro Europeo para el desarrollo del Liderazgo recomienda principalmente seis:
La magnanimidad, para luchar por cosas grandes y plantearse desafíos a uno mismo y a los demás. La humildad, para superar el egoísmo y acostumbrarse a servir a los otros. La prudencia, para tomar decisiones justas. La valentía, para mantenerse y resistir a todo tipo de presiones, (puedo tener un MBA y ser un ejecutivo de una gran corporación, pero si no tengo valentía, mi capacidad para liderar ante la dificultad queda en tela de juicio.) La competencia profesional exige más que poseer técnicas o conocimientos académicos, implica la capacidad para usar este conocimiento para que dé frutos. Y finalmente el autocontrol, para subordinar las pasiones al espíritu y al cumplimiento de la misión y la justicia, para dar a cada uno lo que merece.
Todos ellos son, creo yo, objetivos simples, directos y perfectamente alcanzables. Lo importante es que cada uno de nosotros defina cuales son los que puede y debe cumplir o en todo caso, trazarse sus propios objetivos -el papel de fotocopiadora lo podemos dejar a los demás- y tener la valentía y el coraje de definirlos y cumplirlos. Sola y exclusivamente dependen de mí. No tengo excusas. ¿Cuándo empiezo? Hoy, aquí, ahora, el dilatarlos no sirve de nada, hay que poner plazos exigentes y retadores; ¿Lo intentamos?.
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