De todas las relaciones que he tenido en mi vida, quizá la más problemática, atípica y hasta algunas veces ingrata ha sido la que mantengo con la felicidad. A veces somos grandes amigos, los mejores, otras y sobre todo recientes, nos hemos peleado, aunque ambos añoramos vivir los viejos tiempos.
Y quisiera no solo recordarlos sino volverlos a vivir, y para ello quiero y debo cambiar, esto que parece sencillo, ¿Cómo se hace? ¿Cómo se cambia personalmente, solo a base de esfuerzo y fuerza de voluntad? No estoy seguro. Cuanto más quiero cambiar, más resistencia interna encuentro en el proceso. Cuanto más reconozco y lucho con mis debilidades, más permanecen. Quizá el orgullo de creer que tengo la fuerza para hacerlo es justamente lo que no me deja cambiar. Bien dicen que no se cambia una realidad que se ignora o se desconoce. A lo mejor me falta interiorizar mis problemas, mis fortalezas, debilidades y el alcance de éstas. Uno no puede cambiar ni gestionarse a si mismo, sino se acepta en su totalidad con sus virtudes y defectos.
Si es que realmente estamos acá para ser felices, cabe la pena cuestionarse si esta es una consecuencia de un modo de ser, de estar, de vivir, de pensar, de trabajar, o un objeto de deseo que defino a priori para ir tras de él. Creo que hay más de lo primero que de lo segundo.
A veces la teoría es importante conocerla, pero la realidad enseña mucho más. Uno puede escribir o hasta dar conferencias de felicidad, otra cosa es si el corazón sigue los dictados de la palabra. He descubierto que es mucho más útil aprender sobre la adversidad, o de como gestionar las prolongadas ausencias de la felicidad en nuestra vida que hablar de sus fugaces e impredecibles apariciones, las cuales, cuando se dan, hay que vivirlas aceptando sus condiciones.
Lo he repetido ya muchas veces en este blog, al final, la felicidad no está emparentada con la riqueza, si, ayuda, sobre todo cuando no hay dinero para cubrir necesidades básicas, pero nada más, y tampoco es prima ni de la salud ni menos aun de la pobreza. Miguel Dórs lo dice claramente en su poema:
“Ellos
que viven bajo los focos glamorosos
del éxito y que poseen
suaves descapotables y piscinas de plácido turquesa con rosales
y perros importantes y emparejados con rubias satinadas
bellas como el champan y no son felicidad.
y yo que no entiendo nada más que estas calles
gregarias y un horario
oscuro y mis domingos baratos junto al rio
con una esposa y un niño que me quieren
tampoco soy feliz…”
Ayudaría también y mucho el saber ¿Qué somos nosotros, como nos definimos? ¿Cuál es nuestra esencia? ¿Para qué estamos en la vida? En la película “Lo que queda del día”, en una parte, al mayordomo le preguntan, “¿Qué es usted además de mayordomo? Mayordomo. ¿Cuál es su papel en la vida? Servir a Lord Carrington. ¿Algo más? No, servirle leal y profesionalmente. ¿Dónde reside la causa de su dignidad? En el oficio de mayordomo.” Claramente se confunde la esencia de su ser con su profesión.
No dudo que nos pase a muchos de nosotros, si no tenemos clara nuestra verdadera misión en la vida, ya que nos enfocaremos en cosas que no necesariamente nos darán la felicidad que necesitamos.
Daniel Goleman, creador del concepto de la inteligencia emocional decía que no nos hacen sufrir las cosas, sino las ideas que tenemos de las cosas. Como recibimos y procesamos y almacenamos los hechos en la vida es un proceso decisivo en nuestra interlocución con la misma. Los hechos son aquellos en lo que uno los convierte. Vale decir, la felicidad no depende de la realidad, sino de como la interpretas.
Como bien dice Santiago Alvarez de Mon, “La felicidad juega con nosotros porque impone sus reglas. Llega sin previo aviso y se va cuando quiere. Trabajo, inocencia, humildad, éstas si viven en las cercanías de la felicidad. También la esperanza, virtud personal que no renuncia a un mañana mejor y que no desespera ante el misterio. Sonreír es imprescindible para los asuntos trascendentes. Solo el humor y la humildad aciertan a conocer las reglas de juego de la vida, se atreven a rebelarse ante tanta desdicha e infelicidad humanas y transformarlas en esperanza e ilusión.”
El buscar la verdadera felicidad en la vida es quizá la cuestión más urgente e importante que tenemos, y que solo nosotros podemos despejar. Los libros, videos, artículos, consejos de personas, se tienen que retirar sutilmente y hacerle un espacio a nuestra relación con Dios, la cual está directamente relacionada a nuestra relación con la felicidad, y obviamente también a nuestra mente y corazón, tándem imparable, pareja capaz de ayudarnos si están realmente alineados.
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