Vuelvo nuevamente con uno de mis escritores preferidos sobre temas de adversidad, Santiago Alvarez de Mon, todo un maestro para describir y hacernos entender como es que se pueden convertir las tristezas en alegrías, el sufrimiento en felicidad.
En uno de sus libros en los que habla sobre adversidad y optimismo nos cuenta sobre Gustavo Zerbino, estudiante de medicina en ese entonces, que fue uno de los sobrevivientes del avión que cayó en el altiplano en Octubre de 1972. Formaba parte de un equipo de rugby uruguayo que iba a Chile. El avión en el que viajaban se estrelló a 3,500 metros sobre el nivel del mar en Los Andes. Al chocar el avión murieron instantáneamente 13 personas de las 45 que viajaban y durante los mas de 70 días de estar perdidos murieron otras dieciséis. Vivían hacinados en la cabina del avión soportando temperaturas de hasta 40 grados bajo cero, dándose masajes unos a otros para no morir congelados.
En el indescriptible escenario de las primeras horas en que el avión se estrelló en un campo donde no había ninguna opción de encontrar alguien que los pueda ayuda, encontramos a Gustavo quien practicó primeros auxilios a varios de sus compañeros heridos. Recuerda a Enrique Platero con el vientre destrozado. Le atiende, le venda la herida y le dice que no tiene nada grave, que es superficial. Le da una pastilla y le asegura que no tendrá dolor en seis días. Así sucede. A los seis días, vuelven los dolores, repite entonces la misma operación mental con los mismos efectos “sanadores”.
Gustavo cuenta en su libro “Viven, el triunfo del espíritu humano” lo siguiente: “La capacidad de sufrimiento del hombre es limitada. El umbral del dolor es convencional, es educado y educable. El límite del dolor varía según la forma anímica de afrontarlo. El hombre puede llegar a límites de dolor y sufrimiento hasta donde se anime a enfrentarlo. Aprendí en los Andes que con un cambio de actitud, el dolor puede convertirse incluso en placer”. Sobre el riesgo de entrar en una espiral de pensamientos negativos advierte: “Es un círculo vicioso descendente que te lleva a la depresión y hay que romperlo, ¿Formas de hacerlo?. Era necesario convencerse de la importancia de la fortaleza mental. Lo que nos rodeaba no dependía de nosotros, lo teníamos que tomar como un hecho, como un dato. Sin embargo, nuestro aspecto mental si dependía de nosotros, a nivel particular y de grupo, y se fortalecía sacando a las personas del protagonismo y del victimismo. Les decíamos de una manera suave, dura o terrorífica que ayudasen a los demás para que se sintieran útiles. Por qué no ayudas a fulano que te echó una mano y te precisa; haciéndolo se sentía bien y levantaba su autoestima.
Aquellas personas generosas, serviciales, volcadas en darse a los demás son las menos proclives en caer en el desánimo y la desesperanza. En la mente entra un pensamiento a cada instante. Podíamos elegir entre pasarlo lo mejor posible o ser los mas infelices del mundo. Podíamos convertir un pensamiento débil y negativo en otro positivo y fuerte. Dependía de nosotros.” Esa fue la lucidez de Zerbino, concentrarse en los factores en los que podían influir: estructura mental interior, diálogo exterior con los demás, reposar un poco y rezar.
Prosigue Zerbino “Lo mas angustiante fue la espera, porque la espera implicaba expectativas que dependían del exterior, y que con el paso del tiempo se podían ver frustradas, como así sucedió. Cuando nos enteramos que las operaciones de rescate eran suspendidas se vieron dos tipos de reacción. Para algunos fue un golpe durísimo porque habían depositado sus esperanzas en la ayuda de fuera. Todas sus expectativas se derrumbaron en ese instante, y presos de la desesperación se fueron muriendo gradualmente. Frente a esas circunstancias, otras personas lo tomaron como un dato que exigía una respuesta. Para aquellos que desde un principio adoptaron como una actitud preactiva y decidieron organizar sus propios sistemas de salvación, la noticia de la cancelación pudo ser digerida y superada. Una lección que aprendí fue que siempre hay que estar preparado para lo peor, esperando siempre lo mejor.
En la cordillera me rebelé contra la muerte. Era tan natural que me resistí a que me atrapara tan pronto. También me enfadé con Dios, para luego darme cuenta de que El no tenía la culpa de lo que nos pasaba. Hechas las paces, le pedí fuerzas para aceptar la situación y pelear para salir de ella. Me imagino que muchos en algún momento han tenido una reacción similar con El. Y es que solo una fe recia y fuerte se hace preguntas duras y punzantes, los que confunden querer creer con creer no se pueden permitir ese lujo. Faltos de anclajes sólidos la duda les desarmaría.”
Gran ejemplo el de Zerbino. Otro invitado regular de los libros de Alvarez es Nelson Mandela, líder indiscutible que pasó 25 años encerrado en prisión por ser fiel a un ideal, otro gran ejemplo de lo que puede hacer el optimismo en el espíritu humano. Mandela cuenta en su libro autobiográfico: “Nunca consideré la posibilidad de que no saldría tarde o temprano de la prisión, a pesar de haber estado encerrado mas de 25 años. Nunca pensé que una sentencia a cadena perpetua significaría morir entre rejas. Siempre supe que algún día volvería a sentir la hierba bajo mis pies y pasear bajo el sol como un hombre libre.”
Como dice Alvarez, pensar y escribir todas estas cosas cuando todo ha pasado no tiene mérito. Con todos los partidos jugados es fácil acertar la quiniela. Hay optimistas de pacotilla que lo son sobre los demás, minimizan y trivializan los problemas ajenos, pero se ahogan en los suyos. Hay optimistas de cartón, que lo son a toro pasado, entonces respiran aliviados, pero mientras ocurren los hechos aúllan y gimen desconsoladamente. Por eso creo en esta declaración de fe de Mandela: “Fundamentalmente soy una persona optimista. No sé si me viene por naturaleza, nací así, o por crianza, pero el hecho es que lo soy. Siempre ando mirando el sol pensando que lo que viene será mejor. Ha habido muchos momentos muy negros en mi vida en los que mi fe en la humanidad fue seriamente probada, pero me negué a entregarme al desaliento. Esta senda te lleva a la derrota y a la muerte”. El eligió, optimista hasta los huesos, un camino de vida y de victoria.
Nuestra última invitada virtual de este artículo, es Hellen Keller, aquella mujer que nació ciega y sorda, y gracias a Anne Sullivan, su infatigable maestra, pudo darle un sentido a su vida. Nos cuenta sobre la felicidad en su ensayo “Optimismo”: ”La mayoría de la gente mide su felicidad en términos de placer físico y posesión material. Si la felicidad se pudiera medir y palpar, yo que no puedo ver ni oír, tengo todos los motivos para sentarme en una esquina y llorar sin parar. Si a pesar de mis privaciones, soy feliz, si mi felicidad es tan profunda que se convierte en una filosofía de vida, entonces resulta que soy una persona optimista por elección. Optimismo es un hecho que reside en mi corazón.” Su caso, realmente uno de los mas emocionantes del siglo, amerita un articulo que ya lo publicaré en las próximas semanas.
Un caso adicional, sobre un cantante de American Idol, que ya lo han visto millones de personas, porsiacaso lo incluyo acá en este video: http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=416822&idseccio_PK=1028
Solo para terminar, algunos de ustedes saben que mi trabajo es seleccionar personal a las empresas, es por ello que suelo leer sobre este tema y la semana pasada me encontré con este párrafo que leí de un experto a nivel mundial, que calza muy bien con lo que estamos comentando. Decía así: “Cuando contrate a un jugador para su equipo, mírele de frente a los ojos, observe si mira limpia y noblemente, cuando el partido se ponga feo será de los que meten la pierna. Sino acierta en ese dilema crítico, que Dios le pille confesado. Lo peor que ocurre con los pesimistas es que nunca van solos. Es muy raro ver a un pesimista solo, como mucho, un rato, no muy largo. Su enfermedad es altamente contagiosa. Hoy tengo un pesimista en la empresa, y mañana sin darme cuenta, son legión y la llevarán a pique. Un consejo rápido y gratis. Rodéese de gente calificada y optimista, así las tormentas se vadean y sobrellevan mejor. O dicho de otro modo, prescinda de los pesimistas, a la larga, tumban cualquier embarcación que se tercie.” A buen entender, pocas palabras.
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