Fin de año es siempre una buena fecha para cuestionarse y trazarse nuevas metas. Me animo a compartir con ustedes algunas reflexiones que hice para mí, a lo mejor el hecho de hacerlo hace que las interiorice más.
Nada mejor que comenzar por replantearse por completo los temas de fondo. Comienzo con preguntas, aquellas de las que Peter Drucker decía que eran más importantes que las respuestas. ¿Cómo me defino? ¿Cuáles son mis talentos, les saco el jugo? ¿Qué principios y valores rigen mi vida? ¿Qué prioridades tengo? ¿Qué persigo en mi carrera, por qué? ¿Qué sitio ocupa el trabajo? ¿Qué peso tiene mi familia? ¿Qué es la amistad y el amor? ¿Ganar es igual a tener éxito? ¿Cómo gestionarme a mí mismo?
Si bien es cierto, en cada una de ellas podríamos quedarnos horas, son dos temas en los que me quiero centrar, justamente porque son quizá los que más podrán ayudarme de cara al 2013. El cómo gestionar el presente y cómo aprender de mis errores.
En estos días en los que todos hacen un resumen del año, se acuerda de lo que pasó y luego miran al futuro, que importante es anclarse en el presente, ese regalo fugaz. Y es que el pasado nos sirve únicamente para aprender de él, sin embargo en el hoy, podemos planificar lo que se viene. Solo una vez realizada esa tarea podemos mirar al futuro. Cuantas veces en este año recordé con pena un pasado que se fue y viví con muchísima ansiedad pensando en un futuro que todavía no ha llegado y que nadie me puede garantizar que llegará. Sólo se vive el presente. Lo demás, o se ha vivido o es incierto. Cuanto he perdido este año por no coserme al presente y priorizar mis actos. Hoy por ejemplo, le quité el miedo a mi hijo de 2 años de bañarse en la playa y solo en ese momento me di cuenta que gracias a mi afán obsesivo de trabajar, me estoy perdiendo gran parte de su infancia, época maravillosa que no vuelve y que se cobra facturas carísimas.
El incontrolable futuro, por supuesto, es parte de mi agenda. Bien dicen que la gestión del futuro tiene mucho que ver con tener muy presente la inseguridad. Y es que la seguridad plena no existe, todo es incertidumbre, uno planea una cosa y termina saliendo otra, esto la vida te lo enseña. La única seguridad que se puede alcanzar, paradójicamente es la que aprende a vivir con la inseguridad. Cuanto más la aceptemos, más seguros nos sentiremos. Curiosamente, cuanto más busco y anhelo la seguridad, más inquieto y ansioso me vuelvo. Uno de mis retos para el año que viene es convertir la ansiedad (el miedo a lo que viene) en esperanza y la pena en aprendizaje para poder aprender de mis errores.
George Santayana decía que aquellos que no aprenden de los errores están condenados a repetirlos. Muchos, estamos enfocados en ganar, en la victoria únicamente, pero muchas veces, ésta es imposible de alcanzar sino buscamos, entendemos y aprendemos de la otra cara de la misma moneda, que es la derrota, el error. Un buen ejercicio es el reconocer los errores de este año y entender que hicimos y por qué lo hicimos, justamente para no repetirlo.
Este año, en lo personal, ha sido el más intenso de todos, de lejos. Con todo lo que me ha pasado, me imagino que la realidad me está enseñando lecciones que no quería aprender. Muchas alegrías, pero también muchos problemas, que continúan aun. Resolverlos se ha vuelto mi tarea más urgente.
Para tener una idea de cómo hacerlo, acudo a uno de mis escritores preferidos, el psiquiatra español Enrique Rojas. Dice lo siguiente: “Diseccionar los problemas, comprenderlos a través de la razón, relativizarlos, hallar nuevas alternativas…este proceso de artesanía emocional es el mejor antivirus que podemos instalar en un disco duro que rige nuestro devenir diario. El secreto es aplicar los instrumentos de la razón, pero con algunas gotas de afectividad. Este es el mejor remedio en momentos difíciles.”
Todo comienza por aceptar mis problemas, saber que todos tienen los suyos y encima son aún peores. Pretender estar feliz siempre es otra fuente indudable de insatisfacción, ya que las alegrías y las tristezas son temporales y cíclicas. Martin Seligman nos dice que raramente duran más de 3 meses estos períodos. La felicidad no se deja atrapar por mucho tiempo, no está en la meta sino en el camino, en el “como”, “por qué” y “con quién” lo recorremos.
Para los momentos de felicidad, solo me queda averiguar cómo hacerlos más duraderos, finalmente es un “problema feliz”, lo difícil es aprender a luchar y salir adelante en los momentos de adversidad. Por ello este año más allá de hablar de felicidad, he preferido rebuscar y escribir sobre su contraparte, la adversidad. Y para gestionarla, nada mejor que la resiliencia, esa capacidad de sacar fuerzas e incluso extraer beneficios de una experiencia traumática y que implica quizá una nueva forma de ver la vida, siempre con el vaso medio lleno, desacostumbrándonos a pensar en lo que no tenemos y valorando lo que tenemos.
Ese ejercicio de cuestionarnos adelantándonos a los hechos es crítico porque nos ayuda a recordar el valor de lo que tenemos y somos. ¿Cuándo nos empezamos a interesar por nuestra salud? Normalmente cuando a nosotros o alguien cercano lo ataca un infarto o recibe la visita de alguna grave enfermedad. ¿Cuándo apreciamos el amor y la amistad de personas muy queridas? Cuando nos faltan o se van. ¿Cuándo le damos el peso que tiene a nuestro trabajo? Cuando nos quedamos sin empleo. La pérdida, una gran maestra, encierra dentro de si, lecciones que tardamos en aprender y lo hacemos cuando viene a buscarnos disfrazada de adversidad. A través suyo es que podemos extraer enseñanzas muy valiosas para aprender a gestionarnos.
Vuelvo con el tema de la gestión del tiempo, del presente. A manera de reflexión final, usaré de guía a uno de mis maestros, Santiago Alvarez de Mon, gran coach y profesor del IESE, con un mensaje final que calza perfecto para recibir bien este 2013. El describe con la asertividad de un genio y el nivel de exactitud de un cirujano la forma de vivir que tenemos ahora: “Que olvido tan necio de los ejecutivos, diferir para cuando cumplan 50 años, los buenos propósitos, y querer dar principio a la vida desde esa edad a la que pocos han llegado. Séneca decía “Que tarde es comenzar a vivir cuando hay que abandonar la vida.” Y tu tan ocupado, mientras la vida se apresura hasta su fin. Algunos se sentirán motivados a cambiar prioridades, cotejar agendas, a hacerle un hueco a la charla con el ser querido, a pensar sobre el sentido último de la existencia, pero pensarán que el día tiene 24 horas y no da más de si, no es un chicle que se puede estirar sin romper. “Estoy agotado, he hecho un montón de cosas, he resuelto varios trámites, he producido, me siento realizado… pero en esa incesante actividad siempre encuentro tiempo para leer el periódico por ejemplo. Esa mera lectura dice mucho sobre mi interés de estar informado. ¿He habilitado tiempo para otro tipo de lecturas, para jugar con mis hijos, para recuperar tiempo de pareja, para hablar con el abuelo? ¿No? Pues a lo mejor no son tan importantes. El trabajo frenético, la reunión de gerentasos, la charla intrascendente en el bar de la empresa, el periódico falto de rigor e independencia, el deporte, el Facebook (droga moderna), si tienen en cambio su momento. Curiosamente, las personas más activas, apasionadas y competentes, suelen ser las que disponen de más tiempo. Las otras siempre tienen excusas para retrasar sus citas con la vida. “No es breve la vida, largo es en el hombre el descuido del tiempo”. No existe nada menos propio de un hombre ocupado que vivir. De ninguna cosa existe una ciencia más difícil. Hay que aprender a vivir y a morir a lo largo de toda la vida.”
Robert Braul decía “Disfruta de las pequeñas cosas, porque tal vez un día vuelvas la vista atrás y te des cuenta de que eran las cosas grandes”.
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