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Para ser más feliz compra experiencias y no productos


En su libro, “59 segundos, piensa un poco para cambiar mucho”, Richard Wiseman dice que en términos de felicidad a corto y largo plazo, comprar experiencias hace a la gente más feliz que comprar productos. Por tanto, desde el punto de vista científico, si quieres que las compras sean una verdadera terapia, ayúdate ayudando a otros. Tiene un efecto directo sobre el cerebro que, a su vez, te hace sentir más feliz.

También explica que hace unos cuantos años, la investigadora de la felicidad Sonja Lyubomirsky y sus colegas dispusieron que un grupo de participantes realizase cinco actos no económicos de amabilidad a la semana durante seis semanas. Se trataba de cosas sencillas, como escribir una nota de agradecimiento, donar sangre o ayudar a un amigo. Algunos de los participantes realizaron un acto al día, mientras que otros cumplieron con todos en un solo día. Los que llevaron a cabo su acto de amabilidad una vez al día estaban un poco más felices. Por otro lado, los que efectuaron todas las buenas acciones en un solo día a la semana vieron aumentar su grado de felicidad en un asombroso 40 %.

Compra experiencias, no productos. ¿Quieres comprar la felicidad? Pues gasta tu bien merecido dinero en experiencias. Sal a comer fuera. Ve a un concierto, al cine o al teatro. Vete de vacaciones. Aprende a bailar en salsa. En realidad, haz cualquier cosa que te ofrezca la oportunidad de relacionarte con los demás, y después cuéntaselo a más gente todavía. Recuerda que, en lo referente a la felicidad, las experiencias son dinero bien invertido.

El mensaje de este tipo de trabajos de trabajos es sencillo: si quieres animarte, compórtate como una persona feliz.

Actúa como una persona feliz. Wiseman menciona también que los estudios de Peter Borkenau, de la Bielefeld University, y de otros investigadores han revelado que las personas felices se mueven de forma diferente a las personas tristes. Sabiendo esto, puedes actuar como una persona feliz para aumentar tu sensación de felicidad. Intenta andar de forma más relajada, haciendo oscilar más los brazos, caminando con más brío. Intenta también hacer gestos más expresivos con manos durante las conversaciones, asentir más con la cabeza mientras los demás hablan, vestir ropa más colorida, utilizar con más frecuencia palabras con carga emocional positiva (sobre el amor, gustar y cariño), reducir la frecuencia de referencias a ti mismo (a mí, mío y yo), variar más tu tono de voz, hablar algo más deprisa y dar a mano con más firmeza. Incorporar estos comportamientos a tus acciones diarias te ayudará a ser más feliz.

Una idea para persuadir es relajar el ambiente. En un estudio realizado por Karen O’quin y Joel Aronoff, los participantes tenían que negociar con un vendedor el precio de venta de una obra de arte. Casi al final de la negociación, el vendedor hacía su última oferta de una de estas dos formas: la mitad de las veces decía que aceptaría 6.000 dólares, mientras que la otra mitad daba el mismo precio, pero añadiendo algo de humor (“Bueno, tu última oferta son 6.000 dólares, pero te llevas una rana de regalo”). Esos instantes de humor tuvieron un gran efecto, ya que los participantes transigían mucho más con el precio siempre que oían lo de la rana. El efecto funcionaba igual de bien con hombres que con mujeres, al margen de lo mucho que el vendedor hubiese rebajado la cantidad original ofrecida al participante. Al parecer, ese breve comentario humorístico ponía de buen humor a los compradores, lo que los animaba a ser más generosos. Por tanto, la próxima vez que intentes conseguir lo que quieres, no olvides mencionar la rana.

Según la biblia, es mejor dar que recibir. Esta idea también se apoya en investigaciones sobre la psicología de la persuasión, aunque quizá no del modo que pretendía el libro sagrado.

Otros estudios también han demostrado que los favores aparentemente espontáneos pueden despertar la necesidad imperiosa de devolverlos. Hay una regla muy básica que desempeña una función clave en esta compleja decisión: ayudas a aquellos que te han ayudado antes. En otras palabras, yo te rasco la espalda y tú me la rascas a mí. De ese modo, a los dos deja de picarnos y el mundo será un lugar mejor.

Existe muchos estudios que demuestran que hacer un favor a alguien a menudo consigue que ese alguien te lo devuelva con creces.

Los favores tienen más efecto cuando se dan entre personas que no se conocen bien y cuando son pequeños, aunque considerados. Si alguien se esfuerza mucho por hacer un favor a otra persona, esa otra persona puede llegar a sentir  una incómoda presión por devolver al favor.

Descubrió que los favores tenían más poder justo después de hacerse. Por lo visto, si espera demasiado, la gente olvida lo sucedido o se convence de que, en realidad, no necesitaban tu favor.

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