Leí hace poco en la revista Business Week un artículo sobre las variables a tomar en cuenta para dirigir en estos tiempos. Si bien es cierto, no existen características que garanticen el éxito, está demostrado que hay valores que comparten todos los ejecutivos, como la autoexigencia, el conocimiento, la honestidad, el servicio, el equilibrio personal o el saber gestionar conflictos que ayudan en la labor de dirección.
Además, se establece que los ejecutivos organizan su trabajo en torno a tres elementos: el futuro, el modelo de negocio y las personas. El modelo de dirección que se desprende de dichas prioridades deja atrás una concepción del ejecutivo como un mero estratega que busca competir y apropiarse del valor generado por proveedores, clientes, sociedad, o incluso empleados. La sociedad y las personas ya no son vistas sólo como una fuente de la que se debe extraer recursos para lograr objetivos económicos. El ejecutivo debe tener una visión de futuro y saber comunicarla y ha de situar a las personas en el centro de la organización.
El futuro, por definición, es una gran pregunta, y, fiel a su naturaleza, como dice Santiago Alvarez, no revela las respuestas que sólo el atesora en su regazo. Es más, si se desnudara contándonos todos sus secretos, vivir sería insoportablemente aburrido. El factor sorpresa es vital para casi todo. Es importante tomar en cuenta el futuro, ir con las luces altas siempre prendidas, para ver más allá de lo evidente y saber planificar lo que pueda pasar. Pero es igual de importante también, estar muy metido en el presente.
Dicen que punto a punto se gana un partido memorable, paso a paso se corona una larga caminata, minuto a minuto se protagoniza una vida fértil. ¿Has perdido un partido en el último minuto por exceso de relajación? Saca las enseñanzas oportunas y utiliza el coraje y la rabia que da para afrontar el siguiente al 200 por ciento. Alvarez, decía también que nada de esto significa que no se hagan planes, que no se proyecte el futuro. Estos se necesitan para organizar unas buenas vacaciones, para elegir universidad, para reservar las entradas al teatro, para diseñar un plan de carrera profesional, para preparar un planeamiento estratégico para la empresa. Pero una vez hecho esto, hay que devolver la cabeza al presente y dejar el futuro en la agenda, quietecito y controlado, ahí nos hemos citado con él. En ocasiones no se vive el presente por estar mirando el ayer, teniendo miedo del mañana, y entre tanto, se te va la vida.
Christopher Reeve, el actor que caracterizó a Superman, comentaba después de haber quedado hemipléjico por una caída: “Tengo que parar esta cascada de memorias o al menos sacarlas del armario por un instante, echarles una mirada rápida y volverlas a guardar. Ahora sé como hacerlo: tengo que coger la llave de actor y utilizarla en mi propia vida. No hay otro modo de sobrevivir que estar en el presente. Del mismo modo que mi accidente y sus secuelas me obligaron a redefinir lo que entiendo por héroe, he tenido que profundizar en lo que de verdad significa vivir intensamente el presente. ¿Cómo sobrevives en el momento cuando es sombrío y doloroso, y el pasado es seductor y grato? En el escenario o en una película, vivir el presente es relativamente sencillo y muy estimulante, se trata de un logro artístico sin consecuencias personales. Vivir en la vida real de esa manera cuando el momento es tan difícil es una cuestión totalmente diferente”.
Por último, además del tiempo en el que vivimos, es necesario para saber dirigir el aprovechar el tiempo, el nuestro y el de los demás. “Si no vives como piensas, acabarás pensando como vives”, decía Marcel Proust. Muchos de nosotros pasamos el tiempo, desaprovechándolo, dejando que pase, sin tomar en cuenta, que si fuese solamente oro quizá podríamos darnos el lujo de perderlo, pero el tiempo es vida, y no sabemos cuanta nos queda. ¿Nos hemos dado cuenta la forma como perdemos el tiempo todos los días? Cuantas largas horas frente a la televisión, el Chat, Internet, el trabajo en exceso, (necesitamos trabajar mejor, no mas) que al final se convierten en una excelente excusa que nos libera de cultivar el gratificante pero ya casi olvidado arte de la conversación, y guardar tiempo para temas tan importantes como conversar con mi enamorada o esposa a la que quizá no le cuento mis cosas del día a día, o de tener una meditación a la que normalmente le tengo pánico, o de contactar a un amigo que lo necesita, o de practicar un deporte que disfrutaría. Vale la pena interiorizar esto y ajustar algunos temas internos. ¿Lo intentamos?
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