Dicen que la vida es sueño y los sueños, sueños son. Yo normalmente soy un soñador, pero un soñador de sueños reales, yo soy de los que creen que hay que vivir los sueños y no soñar la vida. Y es que para alcanzar un sueño hay que estar bien despiertos. Yo personalmente no tengo sueños brillantes dormido aunque si los tengo despierto.
Pero claro, la pregunta es que tan complicado es convertir en realidad nuestros sueños? ¿Existe algún método para ello? Según el profesor del IESE de Barcelona, Luis Huete, para cumplir los sueños es necesario conocerse a uno mismo, pero también planificar y cultivar una serie de disciplinas de autoliderazgo.
En un artículo publicado en la revista interna del IESE, el profesor menciona que la construcción de un sueño se asienta sobre dos columnas: el sentimiento cotidiano y un proyecto personal de futuro. En el día a día se consigue una sensación de satisfacción cuando se desarrollan los recursos personales que permiten hacer bien determinadas actividades de forma efectiva. Por ejemplo, resolver conflictos o saber enfrentarse a las dificultades; disfrutar de las cosas buenas y no amargarse por nada; conectar afectivamente con los demás; saber mantener una cierta distancia con respecto a las cosas; saber recuperarse de las cosas que han salido mal.
En opinión del autor, “es bueno crear una cultura en la que las personas piensen que trabajan para sí mismas, ya que fomenta el sentimiento cotidiano de eficacia a través de la proactividad y de un sentimiento de responsabilidad personal”. Paralelo a ese sentido de eficacia cotidiana, la construcción de los sueños requiere tener un plan personal de futuro. Este plan se crea poniendo por escrito, releyendo mil veces y visionando con intensidad emocional una lista de deseos, de sueños muy concretos y con contornos muy nítidos. “Los sueños son nuestras posibilidades y los deseos aligeran el esfuerzo para conseguirlos”, nos recuerda Huete.
Para Huete, el plan personal de futuro debe componerse de tres elementos bien diferenciados:
Ambición personal. Los sueños relacionados con la “persona en la que me quiero convertir”. El énfasis se pone en uno mismo: los hábitos que se quieren desarrollar o las características de la personalidad que se quieren potenciar. Los sueños han de empezar con la ambición de mejorar los recursos personales. Lo que acabamos haciendo con nosotros mismos es la base de todo lo que nos acaba sucediendo en la vida.
Decidir en qué tres o cuatro cosas se quiere destacar y convertirse en una autoridad mundial. Pueden ser ambiciones personales o profesionales.
Las recompensas que legítimamente aspiramos a conseguir. Se incluyen recompensas materiales o de carácter más emocional. Las recompensas deben ser la consecuencia lógica de los logros en la mejora de los recursos personales y de los logros en contribuciones.
Uno de los peores enemigos para hacer que se cumplan los sueños es el miedo, el temor a fallar, a equivocarse, y por ello simplemente prefieren no tomar la iniciativa para empezar a cumplirlos. Al respecto decía Alvarez de Mon en su libro “Desde la Adversidad” que existen dos tipos de personas, los primeros, bombardeados y acosados por la posibilidad de equivocarse, tienden a pecar por defecto, la cautela y el control excesivo les atenazan.
Los segundos, salvo aquellos que crezcan hiperprotegidos y anestesiados, tienden a pecar por exceso, en su discurrir hay que ponerles quitamiedos, ruedas de goma y colchones porque les gusta vivir cerca del precipicio. Ahí les espera el error, con él mantienen una comunicación fluida y llevadera, no les pesa como una piedra en la mochila. ¿Qué nos pasa a los que tenemos vértigo, a los que sufrimos miedo a las alturas? Miramos para abajo, temblamos y nos caemos. El miedo a caer nos hace caer.
Lance Armstrong, 4 veces campeón del Tour de de Francia nos cuenta: “He encontrado en mi carrera que la reducción del miedo ha contribuido más a mis éxitos deportivos que el desarrollo del propio talento. Ciertamente tenemos que cultivar nuestras habilidades, pero al final es la voz de la duda la que las destruye. Todos tenemos dos personalidades distintas, la del crítico y la del campeón. Ignorar al crítico y escuchar al campeón es esencial para vivir”.
El crítico llega por caminos y veredas misteriosos. Genes, familia, primeros profesores, sean las cañerías subterráneas que sean los que utilicen, el hecho es que se hacen un sitio considerable en nuestro subsuelo con el riesgo de socavar y destrozar todo nuestro andamiaje personal. El campeón también llega utilizando los mismos canales de comunicación. En algunos, afortunados, son anchos, numerosos y caudalosos, ocupan una superficie que se hará fuerte de por vida. En otros, mas desafortunados, son angostos, pocos y medio secos, pero no dejan discurrir entre paredes frías.
Nos haya tocado unos u otros, lo relevante es ejercitar y desempolvar el segundo, y reprender, encerrar y atar con cuerdas al primero. Solo así podremos tener un aliado para el cumplimiento de nuestros sueños.
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