El sólo hecho de pensarlo, ya nos puede traer muchos beneficios sobre lo que hemos vivido y sobre cómo podemos aprovechar dichas experiencias para el futuro.
Como algunos de ustedes saben, trabajo en Laborum, una consultora de selección de personal en la que nos toca manejar procesos de profesionales jóvenes y también de gerentes de primera línea. A veces les he preguntado a los candidatos esta pregunta y sus respuestas han sido tan variadas como originales. A algunos les ha enseñado saber a perder, a valerse por si mismos, a tener humildad, a arriesgarse, pero a otros por el contrario a ser más prudentes, tomar las cosas con calma y con perspectiva, en fin.
A mi me ha enseñado a entender que las cosas pasan por algo y para los que actúan con rectitud de conciencia, todo es para bien. Me enseña cada día que todo exige un esfuerzo, no hay lonche gratis, que sólo pierde el que no da todo lo que lleva dentro.
Una de las respuestas que más me hizo pensar la leí en el libro “No soy superman” de Santiago Alvarez de Mon, extraordinario profesor del IESE, “He aprendido a cuidar el tiempo como un regalo único. Así veo el día de hoy como un obsequio que he de agradecer y aprovechar. Ayer se fue y mañana no ha llegado, voto por quedarme en el presente. Viajo al pasado para aprender de su fantástico almacén de datos. Cuando lo hago, el presente se colma de agradecimientos y de una sana tristeza. Teniendo la nostalgia bajo control, el recuerdo de seres queridos que ya se fueron, las imágenes de una edad tierna e irrepetible, las amistades urdidas entre clases, partidos, libros, y diversión, las fotos de los primeros pasos de mi familia, aportan al presente un halo de serenidad, dulzura y unas gotas de melancolía. ¿Qué hago con esas cuotas de pena? Leer sus enseñanzas para administrar mejor la realidad. Me proyecto al futuro para anticipar escenarios, para cobrar impulso, para irradiar ilusión y esperanza en un presente invernal. Completada la excursión galáctica y futurista regreso a mi tiempo preferido, el presente, a él me coso en las duras y en las maduras. Si todo va bien, no arruino esa felicidad con el miedo a que se canse pronto. Si las cosas se tuercen, me consuela pensar que no se eternizarán, que también pasarán los nubarrones, que me curtiré y haré más fuerte, y que cuando salga el sol, nadie gozará más de él como yo. La vida enseña a no tomarte las cosas y los acontecimientos que suceden con tanta seriedad y tremendismo. Estamos aquí dos días, como para amargarnos la propia existencia y las de los demás.“
Cuando publiqué hace unas semanas en mi blog – www.rafaelzavala.com – esta pregunta, una de las mejores respuestas la escuché de Cinthia Ottone, psicóloga argentina, decía “Me dejó pensando… que pregunta difícil! La vida me enseñó que los seres humanos queremos certezas y la vida es incertidumbre. Queremos que las cosas sean de cierta manera y nos cuesta aceptar que las cosas son como son, no como nosotros querríamos que sean. Que en la vida hay que correr riesgos, que uno no sabe como van a resultar las cosas que emprendamos… pero si no nos arriesgamos tampoco vamos a saberlo.
¿Qué por qué hago estas preguntas? Porque el sólo hecho de planteártelas te hace pensar. Ahora están de moda los sentimientos y es bueno, pero la gente siente y siente y actúa únicamente guiada por eso y al final no piensa nada. Vale la pena pasar por esta pregunta, y el que se reconoce como un idiota porque piensa que la vida le ha enseñado poco, no lo es, por el contrario, tiene la humildad de reconocerse como es, y de saber que le falta mucho por aprender. Como dice la frase “El que reconoce un punto de locura e irracionalidad en su naturaleza está en camino de la cordura”.
Un consejo rápido y gratis, desconfía de aquellos que no se cuestionan sus éxitos o peor aun, aquellos que no los agradecen y se piensan superiores por alcanzarlos. Parte de la madurez de una persona consiste en interrogarse el porqué de las cosas y de sus actos, porque eso le permitirá enmendar el camino cuando haya que hacerlo, y no creérsela demasiado cuando haya alcanzado lo inalcanzable de forma tal que pueda seguir aprovechando las oportunidades que le da la vida con humildad y sencillez.
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