Ya que estamos en Semana Santa, me gustaría hacer un alto en el camino, y por esta única semana no escribir uno de mis artículos para vivir mejor, sino más bien copiar el resumen de un texto que suelo leer los Viernes Santos que se llama Via Crucis para recordar todo lo que se hizo por nosotros en estas fechas. Esto porque muchos de nosotros esperamos este fin de semana para planear vacaciones, tomarse un merecido descanso, relajarse, divertirse, lo cual puede que esté bien, pero lo malo es que no nos acordamos que es feriado justamente porque tiene un significado especial que va más allá de ver como la pasamos bien este fin de semana.
A continuación copiaré varios pensamientos escritos por San Josemaría, en los que va narrando lo que ocurrió en lo que se conoce como La Pasión, el primer Viernes Santo. Me han ayudado muchísimo a mejorar sobre todo cuando pasaba por un problema serio o una tristeza grande.
Jesús ora en el huerto: Dios es mi Padre, aunque me envíe sufrimiento. Me ama con ternura, aun hiriéndome. Jesús sufre, por cumplir la Voluntad del Padre… Y yo, que quiero también cumplir la Santísima Voluntad de Dios, siguiendo los pasos del Maestro, ¿podré quejarme, si encuentro por compañero de camino al sufrimiento?
¿No es verdad que en cuanto dejas de tener miedo a la Cruz, a eso que la gente llama cruz, cuando pones tu voluntad en aceptar la Voluntad divina, eres feliz, y se pasan todas las preocupaciones, los sufrimientos físicos o morales? Es verdaderamente suave y amable la Cruz de Jesús. Ahí no cuentan las penas; sólo la alegría de saberse corredentores con Él.
Cuanto más seas de Cristo, mayor gracia tendrás para tu eficacia en la tierra y para la felicidad eterna. Pero has de decidirte a seguir el camino de la entrega: la Cruz a cuestas, con una sonrisa en tus labios, con una luz en tu alma.
Hay en el ambiente una especie de miedo a la Cruz, a la Cruz de Jesús. Y es que han empezado a llamar cruces a todas las cosas desagradables que suceden en la vida, y no saben llevarlas con sentido de hijos de Dios, con visión sobrenatural.
A veces la Cruz aparece sin buscarla: es Cristo que pregunta por nosotros. Y si acaso ante esa Cruz inesperada, y tal vez por eso más oscura, el corazón mostrara repugnancia… no le des consuelos.
Por ver feliz a la persona que ama, un corazón noble no vacila ante el sacrificio. Por aliviar un rostro doliente, un alma grande vence la repugnancia y se da sin remilgos… Y Dios ¿merece menos que un trozo de carne, que un puñado de barro?
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Si somos almas de fe, a los sucesos de esta tierra les daremos una importancia muy relativa, como se la dieron los santos… El Señor y su Madre no nos dejan y, siempre que sea necesario, se harán presentes para llenar de paz y de seguridad el corazón de los suyos.· Aprende a mortificar tus caprichos. Acepta la contrariedad sin exagerarla, sin aspavientos, sin… histerismos. Y harás más ligera la Cruz de Jesús.
¡Cuánto cuesta llegar hasta el Calvario! Tú también has de vencerte para no abandonar el camino… Esa pelea es una maravilla, una auténtica muestra del amor de Dios, que nos quiere fuertes, porque la virtud se fortalece en la debilidad.
Del pretorio al Calvario han llovido sobre Jesús los insultos de la plebe enloquecida, el rigor de los soldados, las burlas del sanedrín… Escarnios y blasfemias… Ni una queja, ni una palabra de protesta. Tampoco cuando, sin contemplaciones, arrancan de su piel los vestidos. Aquí veo la insensatez mía de excusarme, y de tantas palabras vanas. Propósito firme: trabajar y sufrir por Jesús, en silencio.
A ti que te desmoralizas, te repetiré una cosa muy consoladora: al que hace lo que puede, Dios no le niega su gracia. Nuestro Señor es Padre, y si un hijo le dice en la quietud de su corazón: Padre mío del Cielo, aquí estoy yo, ayúdame… Si acude a la Madre de Dios, que es Madre nuestra, sale adelante.
Pero Dios es exigente. Pide amor de verdad; no quiere traidores. Hay que ser fieles a esa pelea sobrenatural, que es ser feliz en la tierra a fuerza de sacrificio.
Los verdaderos obstáculos que te separan de Cristo –la soberbia, la sensualidad…–, se superan con oración y penitencia. Y rezar y mortificarse es también ocuparse de los demás y olvidarse de sí mismo. Si vives así, verás cómo la mayor parte de los contratiempos que tienes, desaparecen.
Antes de empezar a trabajar, pon sobre tu mesa o junto a los útiles de tu labor, un crucifijo. De cuando en cuando, échale una mirada… Cuando llegue la fatiga, los ojos se te irán hacia Jesús, y hallarás nueva fuerza para proseguir en tu empeño. Porque ese crucifijo es más que el retrato de una persona querida –los padres, los hijos, la mujer, la novia…–; Él es todo: tu Padre, tu Hermano, tu Amigo, tu Dios, y el Amor de tus amores.
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