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Reglas para aprender a discutir en el matrimonio


Esta semana vuelvo nuevamaente con un resumen de otro de los capítulos del libro “El desafío del amor” de Kendrick en el que nos habla de la preocupación que debiéramos tener por nuestra pareja / cónyuge / enamorada (o). “Es hora de permitir que el amor cambie tu forma de pensar. Es hora de entender que tu cónyuge forma parte de ti de la misma manera que tu mano, tu ojo o tu corazón. Tu esposa también necesita que la amen y la valoren. Y si hay algo que le cause dolor o frustración, deberías preocuparte por estas cosas con el mismo amor y cuidado con el que tratarías una herida del cuerpo. Si tu esposo tiene alguna herida, deberías considerarte un instrumento que ayude a traer sanidad a su vida.

“Bueno, pero quedaré como un tonto. Perderé la batalla. Perderé el control.” Ya has quedado como un tonto al ser cabeza dura y negarte a escuchar. Ya perdiste la batalla dándole más importancia al problema que a tu matrimonio y a la valía de tu cónyuge. Quizá ya hayas perdido el control emocional diciéndole cosas hirientes que afectan el plano personal.

La manera sabia y amorosa de actuar es comenzar por abordar los desacuerdos con la disposición de no insistir en que las cosas se hagan siempre a tu manera. No quiere decir que tu cónyuge siempre tenga la razón o sea el que más sabe del tema, sino que eliges considerar seriamente su preferencia como una forma de valorarlo.

Es probable que el daño más profundo y desgarrador que puedas hacerle (o que le hayas hecho) a tu matrimonio ocurra en pleno conflicto, porque es el momento en el cual tu orgullo es más fuerte. Estás más enojado que nunca. Eres más egoísta y sentencioso que nunca. Tus palabras contienen más veneno que nunca. Tomas las peores decisiones. Si el conflicto desenfrenado toma el control y ninguno de los dos pone el pie en el freno, un matrimonio puede estar bien el lunes y comenzar a venirse abajo el martes.

Sin embargo, el amor interviene y cambia las cosas. Te recuerda que tu matrimonio es demasiado valioso como para permitir que se autodestruya, y que el amor por tu cónyuge es más importante que cualquier asunto por el que estén peleando. El amor te ayuda a instalar airbags y montar barreras de protección en tu relación. Te recuerda que en verdad se puede revertir el conflicto para siempre. Las parejas casadas que aprenden a resolver sus diferencias suelen tener más unidad, más confianza, más intimidad y luego pueden disfrutar de una conexión mucho más profunda.

Pero, ¿cómo? La manera más sabia es aprender a pelear limpio, estableciendo reglas de juego saludables. Si no tienen pautas para abordar cuestiones problemáticas, no respetarán los limites cuando se caldeen los ánimos.

En esencia, hay dos clases de límites para lidiar con el conflicto: los límites de pareja y los límites personales.

Los límites de pareja son reglas que los dos acuerdan de antemano, reglas que se utilizan durante cualquier pelea o altercado. Si se violan estas reglas, cualquiera de los dos tiene derecho a hacerlas respetar, con delicadeza, pero de inmediato. Estas reglas podrían incluir:

  1. Nunca mencionaremos el divorcio

  2. No traeremos a colación temas del pasado y sin relación

  3. Nunca pelearemos en público ni frente a nuestros hijos

  4. Nos tomaremos un descanso si el conflicto alcanza un nivel peligroso

  5. Nunca tocaremos al otro para hacerle daño

  6. Nunca nos iremos a dormir enojados

  7. El fracaso no es una opción. Pase lo que pase, lo resolveremos

Los límites personales son reglas que practicas por tu cuenta. Aquí tienes algunos de los ejemplos más efectivos:

  1. Escucharé antes de hablar.

  2. Abordaré mis propios problemas con franqueza.

  3. Hablaré con dulzura y no levantaré la voz.

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