No suelo ver televisión, sin embargo, hay una serie que me encanta por su contenido y la creatividad y la fácil aplicabilidad de sus guiones que es “Los Simuladores”, una serie argentina en la que un equipo de 5 ex combatientes se ganan la vida resolviendo problemas cotidianos pero de manera creativa. Hace poco vi el capítulo en el que un esposo que quería dejar a su esposa, les pide que lo ayuden a dejarla ya que se había conseguido otra mujer, pero ya que quería a su esposa, no quería hacerla sufrir. Entonces los simuladores hacen muy bien su trabajo y consiguen que su esposa se enamore de otro hombre. Al final el hombre que los contrató se dio cuenta de que ya no quería a su nuevo “affaire” y quería regresar con su esposa y les dice, “Tráiganla de nuevo, yo la quiero nuevamente” pero ya era tarde, la chica se había enamorado de otro, y la seria se cierra con una frase que le dice uno de los simuladores al esposo: “No, tu no la quieres, tu solo quieres lo que no tienes”.
Me dejó pensando porque nos pasa muchas veces en muchas ocasiones de la vida, en el trabajo, en la familia, con los amigos, etc. Dicen que los casados quieren ser solteros y los solteros se mueren por casarse y el mismo ejemplo podríamos aplicarlo a varios otros contextos. ¿Por qué somos así? No lo sé, sin embargo, si tengo muy claro que todos tenemos en mayor o menor grado, la capacidad de buscar la felicidad en cosas o acciones que quizá no la den, o en todo caso, den bienestar (felicidad pasajera). Nos importa más el buscar estar felices que ser felices, cambiando algo pasajero por algo permanente. Nos falta definir mejor el sentido de nuestra vida, el sentido de lo que hacemos.
Al respecto, Victor Frankl, nos dice en su libro “El hombre en búsqueda del sentido” lo siguiente: “El interés principal del hombre no es encontrar placer, o evitar el dolor, sino encontrarle un sentido a su vida” Luego de leer esto valdría la pena preguntarnos si el rumbo que le estamos dando a nuestra vida, a nuestra familia, a nuestro trabajo, tiene sentido. Preguntarnos si lo que hacemos tiene sentido. Si notamos que las preguntas de por si, ya nos causan algún tipo de molestia es porque algo debe andar mal entre nosotros. Pero el solo hecho de darnos cuenta de ello ya es una buena señal de que podemos corregir.
Escuchemos a nuestra conciencia. Se bien que somos capaces, como decía un santo de nuestros días: “De todos los errores y de todos los horrores”, nadie está inmune a ello, por ello, el hacer las paces con nuestra conciencia y escucharla más seguido, es un buen remedio, recordando que el significado más puro de escuchar es “vaciarme de mi para llenarme de ti”, y eso se logra en silencio, en este caso puntual, en el silencio de una meditación cada noche. Un buen profesional debiera ser también un experto en la gestión del silencio. Dicen que el territorio donde crece el liderazgo es la soledad. Si no sabes estar solo acabarás mal acompañado. La compañía no es más que la otra cara de la soledad. Son las paradojas de la vida.
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