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Te amaré toda la vida….con la condición de que no tengas defectos (Segunda Parte)

Va la segunda parte del artículo de la semana pasada.

Claves para construir una par

eja feliz

Una vez que sabemos las causas y aquello que contamina el matrimonio, es necesario comentar como solucionarlo. Dejaré que sean expertos a nivel mundial como Tomás Melendo, Alberto Vásquez, Aníbal Cuevas y Enrique Rojas, los que se encarguen de dar las recomendaciones.

• Cuando pelean, saber pelear, lo mejor es como los chinos, que ganan las peleas sin pelear, pero sino se puede, decir todo claramente siempre y cuando no se hiera ni se ofenda, atacar el hecho y no a la persona. Es peor no pelear porque se explota.

• Si se dice algo ofensivo o injusto retirarlo inmediatamente, reconocer defectos y errores.

• Permitirle al cónyuge llegar hasta el final antes de responder

• Centrarse en un tema concreto para no traer hechos del pasado y/o la lista de agravios.

• Hablar suprimiendo frases como “Siempre haces…”, Nunca me dices, Todos tus amigos…”

• Solos pueden discutir, delante de terceros ya no.

• Los problemas se calman no con un grito, sino con una caricia.

• Cuando uno no quiere, dos no pelean.

• Crecer en virtudes, enfocarse en las principales para que el matrimonio funcione: humildad, paciencia, servicio, perseverancia, fidelidad y alegría.

• Aceptar al otro tal cual es y quererle con sus defectos.

• Hablar sin miedo sobre aquello que molesta del otro y el modo de superarlo.

• Hablar después de un pleito, no cerrar las heridas en falso.

• El matrimonio debe cultivarse día tras día, el enemigo mas insidioso es la rutina. El amor se nutre de multitud de pequeños gestos y atenciones.

• Si la relación con Dios es buena, por ende la relación con los esposos será también buena.

• Hablar sobre lo que va bien y lo que podría ir mejor.

• Conocer el equilibrio entre los sentimientos y la razón. Al principio todo es sentimiento, emoción y varía conforme el paso de los años.

• No hay matrimonio feliz sin sacrificio mutuo. Pero no es un buen principio esperar que sea el otro el que empiece. Pon amor y encontrarás amor.

• Tres días a la semana quedarnos media hora a hablar, sin televisión, antes de irnos a la cama.

• Incidir siempre en la parte afectiva, un beso puede darse de mil maneras, esa agarrada de mano, ese abrir la puerta.

• Los días rosas, “Dime lo que te gusta que te voy a dedicar un día”, no es mas que engreír al cónyuge y cumplir todo lo que le gusta.

• Pedir sinceramente al otro que nos explique su pensamiento. Nos sitúa en una condición óptima para contrastar objetivamente su deseo de fondo y provoca en el otro la actitud de apertura.

• Cambiar uno mismo como invitación para que el otro modifique su conducta. El principio es el siguiente: si quieres cambiar al otro, cambia tu primero en algo. Siempre existe algo en el tono de la voz, en el modo de recriminar, en el de presentar el problema, en el que uno puede mejorar. Basta que lo hagamos para que la otra persona también adopte esa actitud de inmediato y cambie.

• Cuando las parejas se pelean, se establece una progresión: primero, perciben que han sido agraviados de alguna manera, segundo, se enojan; después se sienten impulsados a atacar, y por último, atacan. Es posible interrumpir esta secuencia en cualquier etapa.

Buscando la FELICIDAD en el matrimonio

Uno de los errores más extendidos acerca del matrimonio es casarse para ser feliz. Y es que la felicidad no se consigue empeñándose en ser feliz, sino procurando que lo sean los demás. Ya lo decía Kierkegaard: “Curiosamente, la puerta de la felicidad no se abre hacia dentro, quien se empeña en empujar en ese sentido sólo consigue cerrarla con más fuerza. Se abre hacia fuera, hacia los otros”.

La experiencia enseña con creces que cuando uno se siente triste, es cuando más necesita pensar en los demás, ya que muchas de las causas de la tristeza están relacionadas a enfocarse en uno mismo y ver su propia realidad sin tener en cuenta la de las demás. Muchos problemas de “crisis” en el matrimonio sólo existen en la cabeza de quien los piensa que al no tener un dominio de su imaginación, provoca que realmente contaminen el matrimonio.

Uno de los mejores escritores actuales sobre estos temas, Javier Vidal Quadras, nos dice en su libro, Después de amar te amaré, que empeñarse en la propia felicidad es billete seguro a la frustración, a la depresión. La felicidad, es como el sueño en una noche de insomnio: cuanto más se concentra uno en conseguirlo, más esquivo se hace. Sin embargo, si, como dicen los especialistas en sueño, uno se olvida, se levanta, lee…entonces es más probable que el sueño acuda. Amar a los demás requiere esfuerzo. Pero es un esfuerzo muy bien remunerado: olvidarnos de nuestra felicidad tiene como recompensa esa misma felicidad: ¿Una extravagancia de la naturaleza humana? Por el momento, un dato de la experiencia.

Las personas más felices son las que pueden controlarse a sí mismas, que están preparadas para afrontar los problemas de la vida y sacar provecho de ellos. Lo confirman diversos estudios, hace poco leí uno en que indicaban que ante una crisis matrimonial, quienes deciden luchar y seguir adelante son mucho más felices que quienes decidieron divorciarse.

La felicidad que proporciona el saberse querido, la realización de una buena obra o el éxito de una actividad que costó mucho esfuerzo superan con creces la felicidad “material” del tener, y además se alarga en el tiempo.

La conclusión final es que uno no va al matrimonio para ser feliz, sino para hacer feliz al otro. Se trata de esforzarse cada día. Quien renuncie al esfuerzo ha firmado la sentencia de muerte de su matrimonio. Con la conciencia tranquila de saber que estamos dando todo lo que esté a nuestro alcance y lo que no para mejorar en nuestra familia y en nuestro trabajo, la alegría está asegurada, pase lo que pase. Se trata de luchar, no de vencer siempre. Sólo pierde el que no da todo lo que lleva dentro.

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