En estos días ha entrado una fuerte corriente llamada Relativismo en la cual los hechos, comportamientos y acciones no son ni buenos ni malos, todo depende. Así, vemos por ejemplo que engañar no es malo, si se hace por una razón noble, robar y mentir tampoco. El desenlace de casi todas las novelas es siempre el mismo, el/la esposo/a deja a su cónyuge “malo, abusivo, etc” y se consigue un amante “bueno, que la ama de verdad”, y lo peor de todo es que lo presentan de tal forma que el televidente finalmente se pone del lado de la nueva relación.
Poco a poco se ha ido sustituyendo la razón por el sentimiento, es decir, uno se comporta guiado más por lo que siente el corazón que por lo que racionalmente debiera de hacer. Y claro, si no hay cimientos ni principios sólidos que ayuden a uno a priorizar y saber decidir que es lo bueno y que no, la cosa se complica bastante más.
Si a una botella de lejía, uno le quita la etiqueta y le pone una de Coca Cola, cuando te la tomes te va a matar, independientemente de cómo quieras llamarla, la lejía siempre será lejía. Eso nos pasa muchas veces. Tratamos de autosugestionarnos para justificar nuestros malos comportamientos, pero lamentablemente lo único que hacemos es engañarnos y a la larga somos los principales perjudicados.
Si la regla para medir la Verdad o el Bien es relativa, si las cosas dependen de como las vea cada cuál ¿Cómo hacemos para vivir mejor, para trazarnos un plan a futuro que nos ayude a ser mejores?. ¿En que criterios estables, imprescindibles para crecer como personas, podemos basarnos?.¿Que valores y virtudes nos esforzaremos por aprender si todo es relativo?.
El Papa Benedicto dijo hace poco lo siguiente: “El relativismo se ha convertido en una actitud de moda, mientras que tener una fe clara según el credo de la Iglesia católica es despachado a menudo como fundamentalismo. Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja sólo como medida última al propio yo y sus apetencias”.
Muchas de las crisis que pasan los países son fruto del relativismo, de la falta de criterio, de la falta de exigencia, de la falta de orientación. El relativismo nos lleva a una sociedad de ensueño, nebulosa, ideal …. que no es real. Es la sociedad del buenismo, de lo agradable, del hacer lo que a mí me gusta porque es tan bueno como cualquier otra opción. Sin embargo, para triunfar hacen falta criterios objetivos, modelos claros, metas concretas. Mientras no sepamos cuáles son, no avanzaremos. Por el contrario seremos cada vez menos humanos, menos capaces y por lo tanto menos felices.
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